Hablemos de pelotazos: de Eurovegas a Waterloo

Puede ser mezclar churras con merinas, pero al ya crispado ciudadano medio hablarle de proyectos faraónicos como Eurovegas o Barcelona World mientras se le sigue estrangulando con subidas en el IRPF, el IVA y los impuestos especiales, no contribuye más que a echar nueva leña al fuego de la indignación social.

Si nos centramos en el caso catalán, la situación se vuelve quizá más exasperante, teniendo en cuenta que hace menos de quince días el Govern solicitaba adherirse al Fondo de Liquidez Autonómico y pedir un rescate de 5.000 millones de euros.

Más o menos la misma cuantía por la que a bombo y platillo anuncia ahora el proyecto de levantar seis parques temáticos en Salou, junto a uno de los grandes ‘peloteros’ de la época del ladrillazo, Enrique Bañuelos, quien logró con Astroc lo imposible: salir a Bolsa y convertirse en multimillonario casi al mismo tiempo, siendo incluido en la prestigiosa lista Forbes, junto a nombres tan ilustres como Amancio Ortega o las hermanas Koplowitz.

Mientras en la calle, expresiones de todo tipo se dedican a la figura del constructor, he pensado que quizá podría estar bien echar la vista atrás y desempolvar los libros de la historia, para averiguar que los pelotazos no son sólo algo de ahora, sino que han sido moneda tristemente habitual desde hace mucho.

Y quizá, dentro de esos casos paradigmáticos, está el de la batalla de Waterloo, uno de los episodios más trascendentes de la historia contemporánea y que encumbró a la gloria a una de las familias más conocidas por todos: los Rotschild. Veamos por qué.

El sueño de un humilde banquero

En sólo unas horas, Nathan Rothschild pasó de ser un acaudalado banquero al hombre más rico del siglo XIX. Su inteligencia, una planificada estrategia y la eficiencia de sus servicios de información le hicieron ganar en un solo día un millón de libras. Durante muchas décadas, quizá hasta hoy, la saga de los Rothschild controlan gran parte de las finanzas europeas y mundiales, gracias a una jugada maestra que pasó para siempre a los libros de historia.

Fue el primer financiero que valoró la trascendencia real de poseer un servicio de noticias rápido y productivo, que le conectaba con las principales capitales europeas en donde se llevaban a cabo los negocios más interesantes. Mientras el resto de banqueros se centraban en hacer florecer sus negocios a nivel local, Nathan Rothschild sobornaba a las personas que controlaban los servicios de transporte, como el príncipe Thurn und Taxis, que poseía el monopolio del correo.

Daba igual en qué punto del Viejo Continente se produjera una oportunidad de negocio. Si era interesante, su red de información le haría enterarse antes incluso que el propio gobierno británico. Por ello, cuando la mitad de Europa se llenaba de pánico tras la vuelta de Napoleón de su exilio en Elba, él vio la oportunidad de llevar a cabo el mayor pelotazo financiero de la historia.

El destino de Europa

Pocas veces los ojos del mundo estarían tan pendientes de lo que iba a suceder en un punto del planeta como aquel 18 de junio de 1815 en Waterloo. Los ejércitos de Inglaterra y Prusia se enfrentaban a los colosales fieles de Napoleón, con el premio de controlar por completo al continente.

Mientras eso sucedía, en Londres la tensión era máxima, no sólo por el resultado del combate, sino también por lo que iba a suceder en la Bolsa, en donde muchas fortunas se jugaban el ser o no ser. La mayoría habían apostado por la derrota inglesa de Wellington, y así parecía confirmarse en los primeros informes que llegaban sobre la batalla.

Sin embargo, Rothwort, el correo de Nathan Rothschild, estaba siendo testigo del enfrentamiento, que acabó con Napoleón derrotado para siempre. Viajó día y noche hasta hacerle llegar la información a su jefe, quien rápidamente puso a todos sus agentes a vender sus acciones en el exterior en la Bolsa de Londres.

El pánico cundió, y en poco tiempo la fiebre vendedora se impuso, tirando el precio por los suelos. Poco después, Rothschild ordenó volver a comprar todo lo posible a un precio irrisorio. Al día siguiente, los británicos recibieron la noticia de la victoria con alegría, con el ejército de Napoléon habiendo perdido a un tercio de sus hombres.

Nathan pasó a tener el dominio casi absoluto de la economía inglesa, forzando el establecimiento de un nuevo Banco de Inglaterra, controlado por él. Su fortuna entonces se estimó en los 300 millones de dólares, que crecería hasta el inicio de la I Guerra Mundial, hasta superar los 2.000 millones de dólares. A día de hoy se desconoce la riqueza del linaje Rothschild, ya que la opacidad y la discreción sigue siendo el emblema de sus descendientes.

«No me importa a quien pongan en el trono de Inglaterra para dirigir el Imperio sobre el que no se pone el sol. El hombre que controla el suministro de dinero en Inglaterra es el que dirige Inglaterra y ese soy yo.» Nathan Roschild

Foto: CC C.G.P. Grey.

 

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