Si invierte en Bolsa, mucho cuidado con la trampa del dividendo

Los diccionarios definen dividendo como parte del beneficio que las empresas reparten entre sus socios o accionistas. La cuantía y porcentaje depende de muchos factores y por supuesto varía entre unas y otras compañías.

La mayoría, aunque no todas,  de las empresas cuyas acciones cotizan en Bolsa siguen este régimen de reparto de parte de los dividendos con quienes (accionistas) han depositado la confianza adquiriendo sus acciones. Al fin y al cabo, cuando un inversor compra una acción de una empresa está ayudando a su financiación.

Son dos las vías a través de las cuales un inversor que adquiere acciones puede obtener beneficio a su inversión. La primera, vía cobro del dividendo y, en segundo lugar, vía venta de las acciones a un precio superior al que las hubiera comprado. Puede incluso darse la circunstancia de obtener plusvalías por ambas vías, lo cual supone una  estrategia ciertamente “redonda”.  La duda viene a la hora de elegir el criterio en base al cual un inversor  se decanta por una u otra compañía. ¿invertir en una empresa que históricamente tiene entre su práctica habitual el reparto de un importante dividendo? ¿invertir en una compañía en función de su perspectiva y evolución del precio de sus acciones sin el condicionante del  dividendo que reparte…?

Sí, ya sabemos que la respuesta óptima o ideal sería una compañía que cumpla ambos criterios, pero recordemos que el dividendo no se paga todos los días ni todos los meses, en la mayoría de entidades el pago es semestral o incluso anual. He aquí un primer factor clave: el tiempo que transcurre desde que adquirimos las acciones hasta que el dividendo es abonado; tiempo que implica riesgo a asumir. Puede darse la circunstancia, como de hecho en numerosas ocasiones se da, que la cotización descienda considerablemente con el resultado de perder más vía evolución del precio de las acciones que ganar vía dividendo cobrado.

El segundo, y posiblemente más determinante aún, es el factor “descuento” del dividendo. La mayoría de los inversores lo saben, pero seguro que alguno todavía no ha tenido en cuenta este factor y por ello hacemos referencia. Cada vez que una compañía paga un dividendo, las acciones que dan derecho a percibir dicho importe descuentan en la siguiente sesión bursátil la cantidad, en términos aproximados, abonada. Es lógico, dado que no puede valer lo mismo una acción hace dos días cuando incluía el derecho a recibir el  dividendo que al día siguiente de haberlo abonado. Sería como considerar que una caja de seis galletas tiene el mismo valor al comprarla que si la vendemos después de habernos comido una. Por tanto, el dividendo lo percibiremos, por supuesto, pero la cotización de nuestras acciones adelgazará en un importe prácticamente idéntico y solo en función de su futura evolución o tendencia, suponiendo que sea alcista, podrá volver a cotizar al nivel previo al reparto del dividendo, o superior si la tendencia alcista es notable.

Luego, implícitamente llegamos a la conclusión que adquirir acciones únicamente teniendo en cuenta su rentabilidad histórica por el dividendo que abona puede conducirnos a una “trampa” de inversión si dichas acciones desarrollan tendencia bajista en su cotización.

Un ejemplo ilustra mejor esta posibilidad que cualquier explicación: supongamos que hoy adquirimos un paquete de acciones a 10 euros, dentro de 1 mes recibimos 60 céntimos de euro por cada acción en concepto de dividendos (importe bruto, al que habría que descontar la retención fiscal). Obtendríamos un rendimiento del 6% a la inversión efectuada. Sin embargo, si las acciones en dicho momento cotizan a 8 euros consecuencia de un movimiento bajista, ¿cuál sería la rentabilidad real obtenida en nuestra inversión en caso de vender tras haber cobrado el dividendo…? P venta (8 €) – P compra (10 €) = 2 €+ 0,60 € (bruto) cobrados por dividendo = -1,40 € por cada acción, lo que supone una minusvalía del 14 % respecto a la inversión inicial.

Por tanto, parece claro que la rentabilidad por dividendo es un factor interesante a tener en cuenta a la hora de diseñar la estrategia, por supuesto, pero convendrán conmigo que al menos tan importante, si no más, lo es la tendencia o perspectivas de la compañía y sus acciones si no queremos caer en la “trampa” que acabamos de ver.

 

Al riesgo asociado a la evolución de las acciones, existe otro. El compromiso de la compañía por pagar el dividendo puede ser modificado unilateralmente por ésta. Modificación que va desde recortar el porcentaje de beneficios que reparte entre sus accionistas hasta incluso decidir suspenderlo (temporal o indefinidamente).

 

Esta misma semana hemos conocido un caso en este sentido. La compañía holandesa KPN ha anunciado su decisión de no abonar el dividendo correspondiente a 2012 y que el próximo año distribuirá entre sus accionistas 0,03 euros por título, un 91% menos de lo previsto inicialmente y lejos del 8,5% de rentabilidad que suponía el dividendo de 2011 en función de los niveles de cotización de entonces.

Imagínense si hubiéramos decidido comprar acciones de KPN hace unos meses atendiendo únicamente a su rentabilidad por dividendo sin haber prestado atención a la tendencia bajista que viene desarrollando desde hace casi dos años.

Por cierto, al anunciar esta semana su decisión respecto a la política de retribución al accionista la cotización ha descendido bruscamente, casi un 15%, pero como decimos no se trata de un cambio de tendencia, sino un capítulo más de una compañía que en abril de 2011 cotizaba en 12 euros y ahora lo hace cerca de 3,5 €. Es decir, ya era bajista antes de anunciar su decisión.

 

Foto: CC patriciawla2

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