La mala calidad del aire también tiene un coste económico

En esta sociedad digital todo está cambiando. Desde la forma de relacionarse de las personas hasta la forma de vender de las empresas, de acercarse a sus clientes y de hacer publicidad. A las vallas publicitarias de toda la vida ahora les han sucedido las pantallas led informativas que ya no son exclusiva de New York, Londres o la famosa Shibuya en Tokio.

La mala calidad del aire también tiene un coste económico

Y es que, actualmente, cada vez más son las empresas que se decantan por este tipo de soporte, más modernos y eficientes. Empresas como Visualled que han visto cómo la demanda de pantallas ha crecido mucho en los últimos años, liga éstas a las llamadas smart cities o ciudades inteligentes.

El término smart city se ha popularizado mucho de un tiempo a esta parte y esto se debe a una urgencia planetaria. La smart city o ciudad inteligente hace referencia a su eficiencia en ahorro de emisiones contaminantes a la atmósfera sirviéndose de la innovación y la tecnología y creando infraestructuras cada vez más sostenibles.

La inteligencia de la ciudad, por ende, está unida al compromiso, a la responsabilidad y a la conciencia de los ciudadanos que la conforman. Obedece a planes del Ayuntamiento en cuestión que, a su vez, obedecen a una estrategia país que está desarrollada para poder conseguir objetivos europeos y mundiales.

Así, en 2007 en Europa se fijó que para 2020 se disminuirá un 20% las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, las energías renovables representarían el 20% del mix energético y se mejoraría en un 20% la eficiencia energética. Éstos han sido revisables en numerosas ocasiones y, actualmente, los Estados miembro ya están con la mirada fija en los establecidos por la ONU para 2030, los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible – ODS – que abraza aspectos sociales, ambientales, culturales y energéticos en un mismo paraguas, entendiéndolos como transversales e interdependientes.

La Agenda 2030, nacida en 2015, está siendo el contexto de partida de muchísimas acciones a nivel mundial y la involucración por parte de los diferentes países está siendo decisiva para ir sumando pequeños pasos en la búsqueda de esos objetivos que se pueden resumir en 17 ejes temáticos: 1. Fin de la pobreza; 2. Hambre cero; 3. Salud y bienestar; 4. Educación de calidad; 5. Igualdad de género; 6. Agua limpia y saneamiento; 7. Energía asequible y no contaminante; 8. Trabajo decente y crecimiento económico; 9- Industria, innovación e infraestructura; 10. Reducción de las desigualdades; 11.Ciudades y comunidades sostenibles; 12. Producción y consumo responsables; 13. Acción por el clima; 14. Vida submarina; 15.Vida de ecosistemas terrestres; 16. Paz, justicia e instituciones sólidas; 17. Alianzas para lograr los objetivos.

Estos temas que se representan en cuadros de colores y se les conoce por el número que ocupan, aunque puedan parecer ambiciosos, son necesarios para combatir los problemas que asedian al planeta y a los habitantes que viven en él.

Desde lo más amplio hasta los más concreto y al revés. Muchas de estas grandes metas sólo se pueden conseguir desde los cambios de hábitos a nivel individual, desde las ciudades y desde los países. Porque no se trata de un aspecto sólo ambiental o social, también se trata de un tema económico que demuestra, una vez más, cómo no se puede entender ningún aspecto como algo independiente.

Según la Organización Mundial de la Salud, la mala calidad del aire y la contaminación cuestan a Europa cerca de 1,4 billones de euros cada año por las enfermedades y muertes que ocasiona la emisión continuada de partículas a la atmósfera.

Por la que respecta a España, ese mismo informe datado del año 2015, el gasto representaría alrededor de 38.000 millones de euros, siendo un 2,8% del PIB.

En este sentido, la vivienda particular es responsable de más del 50% de las emisiones y, tras ella, se encuentra el transporte por carretera, responsable del 13%. El resto, están distribuidos entre los procesos productivos (10%), uso de la energía en la industria (7%) y actividad agrícola (5%).

En relación a los hogares, son muchas las ayudas y subvenciones que cada año lanzan las distintas comunidades autónomas con el objetivo de animar a adquirir equipos o tecnología más eficiente, sobre todo en calefacción – donde más consume un hogar – o el revestimiento de ventanas.

Es importante cambiar los hábitos de puertas para adentro, pero también de puertas para afuera, y es por ello por lo que los ayuntamientos tienen una gran responsabilidad ante sí para intentar inculcar prácticas sostenibles y fomentar un espacio público que responda a esos compromisos ambientales y de la Agenda 2030.

Carriles bici, vías verdes, riego automático, iluminación a través de sensores, pantallas informativas o mejoras del transporte público, son algunas de las acciones que muchas ciudades llevan a cabo – y que les hacen ser inteligentes o smart – intentando ahorrar y hacer un consumo de la energía más eficiente.

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