¿Comería una hamburguesa si en lugar de costar poco más un euro costara diez? ¿Se ha planteado cuanto debería bajar el precio de la fruta para llenar más su cesta de la compra de estos productos? Estas y otras preguntas similares sí que se las han planteado investigadores Universidad de Auckland y la Universidad de Otago en Nueva Zelanda. El objetivo de sus pesquisas ha sido indagar en la conducta humana para saber si modificando los precios de determinados alimentos se pueden variar los hábitos alimenticios de la población y hacerlos más sanos.
Conscientes de que los impuestos son una potente arma a la hora de guiar las preferencias de los consumidores e inversores, han pensado en esa variable como posible solución. Tras analizar efectos similares al que tuvo la subida del IVA en septiembre sobre las ventas de productos que cambiaban de categoría y pasaban del IVA reducido al IVA general.
En el ámbito de la inversión los impuestos se han utilizado siempre como una herramienta para incentivar la compra de determinados productos financieros y desviar los flujos de capitales hacia determinados activos. Los ejemplos más claros de este tipo de prácticas los encontramos en el ahorro a largo plazo y el ladrillo.
Durante años se ha estimulado la inversión a largo plazo a través de una fiscalidad ventajosa para los planes de pensiones, que permiten reducir la base imponible por las cantidades aportadas y además cuentan con ventajas fiscales en el momento del rescate. El caso de la vivienda es todavía más notorio. Aunque en España pensamos en la deducción por compra de vivienda casi como un derecho, lo cierto es que en realidad se trata de un incentivo al sector inmobiliario en toda regla porque igual que se establecen beneficios fiscales para adquirir una casa se pueden establecer, por ejemplo para un coche, un barco o cualquier otro producto.
En ambos ejemplos estamos ante un caso en el que los impuestos incentivan la compra de un producto, pero también se pueden utilizar para lograr el efecto contrario. Esto es precisamente lo que plantean unos investigadores para implantar buenos hábitos alimenticios y terminar con la comida basura.
Los expertos de la Universidad de Auckland y la Universida de Otago en Nueva Zelanda, crear un impuesto para los refrescos y alimentos ricos en grasas saturadas y subvencionar de alguna forma la fruta y verduras ayudaría a un cambio en la dieta de la población que serviría para mejorar su salud. La investigación, publicada en la revista Plos Medicine combina 32 estudios diferentes que desvelan una caída del 0,02% en el consumo de grasas saturadas por cada aumento del 1% en el precio de dichos alimentos. En este sentido, un aumento del 10% en el precio de los refrescos se traduciría en un descenso del consumo de entre el 1% y el 24%.
Los incentivos a frutas y verduras tendrían el efecto contrario aunque algo menos fuerte. Si su precio disminuye un 10% el consumo aumenta entre un 2% y un 8%. Es decir, que el ser humano es más proclive a dejar de consumir algo por el aumento de precios que a empezar a consumir por ser más barato.
España se sube al carro con las bebidas azucaradas
Todavía ningún Estado ha llegado al punto que propone el estudio, pero sí que han empezado a tomarse medidas para combatir mediante impuestos los alimentos más nocivos. Por ahora el foco está puesto en los alimentos azucarados y más concretamente en las bebidas carbonatadas azucaradas. En otras palabras, los refrescos.
El próximo viernes el Gobierno dará a conocer cómo se articulará exactamente este impuesto al azúcar, que podría hacerse mediante una subida de IVA. Desde Hacienda estiman que se ingresarán cerca de 200 millones de euros gracias a la medida.
Este tipo de acciones no son nuevas. La Organización Mundial para la Salud ya propuso en su momento un impuesto al azúcar para combatir la obesidad infantil, acompañada de una bajada de entre el 1% y el 15% de los impuestos sobre alimentos más sanos como la fruta y verdura. La OMS cifraba en un 20% el peso impositivo adicional que debería aplicarse sobre los productos con un alto índice de azúcar.
En Reino Unido se pondrá en marcha un impuesto sobre el azúcar en 2018. El objetivo también será combatir la obesidad infantil, aunque de paso se esperan recaudar 660 millones al año. En Francia, Italia y México ya cuentan con programas similares. El británico distingue entre las bebidas con más de 5 gramos de azúcar por cada 100 mililitros y las de más de 8 gramos.
El recargo, en este caso, no recae sobre el consumidor final, sino sobre la industria de los refrescos, que es la que abonará las tasas sobre el azúcar.
En España Cataluña es la única comunidad que grava el azúcar de forma especial con una tasa 0,08 euros por litro para las bebidas con entre 5 y 8 gramos por cada 100 mililitros y de 0,12 euros por litro para las que lo superen.
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