Varios medios de comunicación se hicieron eco de la noticia publicada por Eduardo Segovia en El confidencial sobre la idea de que que Hacienda está estudiando aplicar una tasa a las operaciones bursátiles a partir del próximo año. Como era de esperar, la idea no ha gustado nada a los inversores que, en un principio, han castigado la cotización de BME, aunque ni siquiera ese castigo ha durado mucho. A media mañana, BME ya había abandonado los números rojos. El cuento de la tasa Tobin cada día se parece más al de los Tres Cerditos y su «que viene el lobo», pero con un final diferente.
La realidad es que muy pocos son los que realmente se creen que los gobiernos tengan suficiente arrojo como para imponer una tasa a las transacciones de capital que realmente haga daño a la todo poderosa industria financiera. Es cierto que las supuestas intenciones del Ministerio de Hacienda no son una locura. Se basan en una decisión que aplicó Francia en agosto y que consiste en grabar con un 0,1% las operaciones bursátiles. Un mes después, los galos todavía no han sido capaces ni de definir a qué activos se les aplica y cuáles no, y la discusión sobre cómo gestionarla aún no ha terminado. Los CDS, que en un principio estaban afectados, fueron sacados de la media en los primeros días de aplicación, por ejemplo.
Es de sobra conocido también el histórico intento de Suecia, allá por 1983. En aquel caso el impuesto era del 0,5% por cada transacción y hay estudios que aseguran que apenas se recaudaron 100 millones de coronas, frente a los 1.500 esperados. ¿La razón? Muy fácil. En un mundo donde los capitales campan a sus anchas nadie va a pagar un 0,5% por una operación que puede hacer a 2.500 kilométros gratis. El mercado sueco se hundió y quienes querían operar con valores de ese país lo hacían a través de la Bolsa de Londres, donde cotizaban las 11 primeras empresas suecas.
Desde que James Tobin enunciara su famosa tasa sobre la especulación allá por los años sesenta del siglo pasado, la literatura y la oratoria sobre la misma darían para llenar bibliotecas. La realidad es que se queda sólo en eso.
En los albores de esta crisis, el tema volvió a ponerse de moda. Se habló de ella en el famoso G-20 de 2008 antes de la toma de posesión de Obama en EEUU. En 2011, la Comisión Europea impulsó una directiva para implantar un cargo del 0,1% a todas las transacciones financieras en Europa, en ella calculaba una recaudación de 57.000 millones de euros anuales, ( lo que implicaría unos 4.741 para España). Y en el Ecofin de junio, Reino Unido, Suecia o Polonia se opusieron a establecer una tasa que, según la propuesta de la Comisión, gravaría al 0,1% la compraventas de bonos y acciones y con un tipo del 0,01% la de derivados.
Por supuesto, en Nueva York tampoco quieren ni oír hablar del tema. Y en Reino Unido, el Instituto Adam Smith ( que no haría falta decir que es una organización liberal) ha alertado del coste que podría tener para la City londinense un impuesto de este tipo. El 36,7% de las transacciones globales se hacen en la capital británica (1,8 billones de dólares cada día). El sector genera 1 millón de empleos, el 4% de los trabajos del país. ¿Alguien se atreve a cargarse semejante negocio? Por supuesto que no. Por no hablar de cómo afectaría al trading de alta frecuencia (el denominado hight frecuency trading), donde unas potentes máquinas mueven los mercados financieros a base de trillones de operaciones realizadas en nano segundos en las que el beneficio está en conseguir ganancias mínimas que se tornan en millonarias por el volumen de las mismas. ¿un impuesto a cada una? Estos operadores se desternillan de la risa.
Calmar a las masas
Lo que ocurre es que de vez en cuando los gobernantes sienten la necesidad de decirles a los pobres ciudadanos acogotados por los planes de recorte, que no son ellos los únicos que van a tener que hacer sacrificios y que, de alguna manera, también se va a castigar a los «malos», a los especuladores que originaron toda esta hecatombe financiera.
La medida sólo tendría efecto en el supuesto caso de que se aplicará al mismo tiempo en todo el planeta. ¿Se imaginan mayor utopía? A mí me gusta imaginarla, pero soy géminis y cuando lo hago mi otro yo me da un par de toquecitos y me dice … «deja de soñar, en este cuento nunca viene el lobo».