Las agencias de rating están retrasando la salida de la crisis

Lunes 5 de diciembre de 2011, faltaban pocos minutos para la medianoche cuando la agencia de rating Standard & Poor’s hacía saltar las alarmas en todos los medios de comunicación: al anunciar la puesta en perspectiva negativa a 15 países de la zona del euro, entre otros muchos motivos por la falta de acuerdo de los políticos europeos para solucionar el problema de Grecia.

La decisión estaba revestida de sorpresa, nocturnidad y una “opinión/decisión” imposible de contrastar empíricamente.  Y por supuesto exacerbó aún más la tensión y la presión sobre los países del euro, ya que suponía que hasta Alemania estaba en riesgo de perder la preciada máxima calificación: la triple A. Semanas después cuando se procedió a la rebaja real de esos ratings, el país de la canciller Angela Merkel salió indemne.

Esta forma de proceder de las agencias de calificación cada vez gusta menos en los círculos empresariales y políticos, y cada día son más las voces que claman por un cambio en la regulación  de estas entidades. Los últimos en sumarse a esta demanda han sido los expertos de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) desde su último número de  su revista Perspectivas del Sistema Financiero dedicado a las “Agencias de calificación crediticia”.

“No cabe duda de que están retrasando la salida de la crisis”, aseguró Antonio Trujillo, presidente ejecutivo de Intermoney Titulización y uno de sus autores de la revista, durante la presentación de la publicación.  “Su influencia es excesiva y genera excesiva inestabilidad, sobre todo teniendo en cuenta su fracaso a la hora de prevenir la crisis de las hipotecas subprime”, aseguraba otro de los autores,  el profesor de la Universidad de Granada, Santiago Carbó.

Desde Funcas se demanda una mayor transparencia en su metodología de trabajo. Y se pide a estas entidades un esfuerzo de autoregulación como han hecho otros muchos agentes económicos. Carlos Ocaña, el director de la entidad, destacó que las opiniones de las agencias están teniendo un “efecto de profecías autocumplidas” en la medida en que dan sus calificaciones después de ocurrido el problema y eso agrava aún más el mismo. Aún así, Ocaña se empeñó en destacar el lado positivo de estas organizaciones. “Si no hubiera agencias de rating habría que crearlas, ya que sus calificaciones son necesarias para la marcha del sistema financiero”, aseguró Ocaña.

Eso sí, otra cosa es que se les permita ofrecer sus informes por sorpresa y a altas horas de la noche, por ejemplo, o el oligopolio mundial  que mantienen las tres grandes: Standard  & Poor’s, Fitch y Moody’s y que se permita información privilegiada a sus decisiones. En este sentido, Antonio Trujillo recordó el sospechoso error de S&P con Francia, cuando el pasado mes de noviembre se envió (por error) un mail a unos determinados suscriptores con el anuncio de que se había rebajado la nota a Francia. “Más allá del daño que causó la filtración de error, lo cierto es que la agencia estaba dando información a unos actores del mercado en detrimento de otros”, asegura Trujillo.

En cualquier caso, tanto él como el resto de autores de la publicación de Funcas insisten: la culpa no es sólo suya y piden a los reguladores que cambien las reglas de juego. Pero no sirve con normas, como las que están en marcha en estos momentos en Europa, que sólo inciden una mayor exigencia de transparencia en sus procedimientos.

La realidad es que si estas agencias tienen ese poder, casi divino, es porque los bancos centrales  para dar créditos exigen que los activos colaterales, utilizados como aval,  estén respaldados  por una o varias calificaciones de las tres grandes agencias. Mientras esto siga así, grandes seguirán pavoneándose a sus anchas mientras, los estados, sus empresas y en última instancia sus ciudadanos siguen sintiendo sobre sus bolsillos las consecuencias.

@praxagora21

 

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