Ya han quedado atrás las boletas de papel y la banda magnética, cediendo al protagonismo del chip, para incrementar la seguridad de los plásticos utilizados como medio de pago.
La tecnología chip es conocida en el argot financiero como EMV en referencia a Europay, Mastercard y Visa, esquemas clave en su desarrollo.
Es que el fraude y la clonación de datos siguen siendo uno de los delitos preferidos. Según RSI el importe medio defraudado por tarjeta clonada es de 150 euros. En general se realizan entre tres y cinco operaciones antes de ser dada de baja.
El anterior sistema de banda magnética debió ser dejado de lado ya que mediante simples dispositivos colocados en las ranuras de los cajeros o en las puertas de entrada a los vestíbulos de las oficinas bancarias, son capaces de captar los datos de las pistas de la banda para luego ser copiados y reproducidos en otro plástico. Un dispositivo capaz de clonar plásticos cuesta 200 euros, por lo que se convierten en “bastante accesibles”, considerando la velocidad con la que se puede recuperar el dinero al efectuar la clonación.
La tecnología EMV ofrece una mayor protección contra el fraude, dado que el chip incorporado en la tarjeta utiliza algoritmos de cifrado, que dificulta el acceso a la información.
Además, los titulares deben teclear su clave personal (PIN), tanto al efectuar una transacción en los cajeros como cuando realizan una compra en un comercio.
España, aún no ha finalizado la adaptación de todos sus plásticos a esta nueva tecnología, quedando rezagada frente a otros países europeos. Sin embargo, se estima que durante el primer trimestre de 2011, se culminará con el proceso.
Si bien, esto ha significado un traspié para falsificadores y delincuentes, estos han movido su ámbito de acción a otros medios en los que la tarjeta no está presente de forma física. Así es como la compra telefónica o, sobre todo, el fraude online, han crecido exponencialmente en el último tiempo.
Actualmente el fraude online o en compras telefónicas ya se ubica en un 48% del total de las operaciones fraudulentas, ya que en estos casos no se requiere la lectura del chip.
Para protegerse de esta nueva forma delictiva, bancos y cajas han implementado nuevas medidas. De esta forma se estudia el patrón de consumo de sus clientes. En los casos en que se produce una anomalía en dicho patrón o en la ubicación geográfica de la compra, se suspende la transacción.
También se ha implementado un sistema de alertas al teléfono móvil del titular cada vez que el plástico es utilizado, lo que previene a su titular el cual inicia, en caso de no ser una compra autorizada, con el proceso de denuncia pertinente y bloqueo de la tarjeta.
Otra alternativa, es la utilización de tarjetas virtuales o tarjetas prepago, donde el dueño se limita a transferir el saldo que desea, sólo el suficiente para cancelar la compra que está efectuando. De este modo, si el delincuente accede a los datos de nuestra tarjeta, no encontrará saldo suficiente para efectuar el fraude.
Aunque con estos métodos se disminuye el nivel de fraude, el mismo siempre encontrará algún resquicio y ganará espacio. Esta situación se produce porque los medios de pago deben lograr un equilibrio entre el coste de la protección que buscan implementar, con la comodidad de uso y la seguridad.
Como dice el refrán hecha la ley… hecha la trampa… sólo nos resta estar prevenidos.