Crisis en Brasil: lo que el carnaval nos dejó

El deterioro de la economía brasileña que comenzó en 2009, hoy se transformó en un peligroso cóctel de crisis política, económica e institucional. A la descoordinación de políticas de los últimos 3 años, que incluye déficit comercial, inflación y estancamiento, se le suman los casos de corrupción que salpican el entramado económico. ¿Cómo afecta este escenario a la Argentina?

Las luces amarillas se encienden en el gigante sudamericano, que prácticamente no creció el año pasado y para el corriente, se estima una leve contracción. El estancamiento comenzó a patentarse en 2012 y 2013, cuando los niveles de crecimiento eran inferiores al 3%.

En medio del vendaval económico que atraviesa el país vecino, se suma la crisis de liderazgo y juicios políticos. Situación que deriva en una fuerte caída de popularidad de la actual presidente por debajo del 8%, convirtiéndose, de esta manera, en la mandataria menos popular desde el regreso de la democracia.

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Asimismo, las denuncias sobre la red de corrupción que involucra a Petrobras han desatado una profunda crisis política, impactando el desacelere de la empresa directamente en las variables macroeconómicas del país. Téngase en cuenta que las inversiones de la empresa representan un 50% de las inversiones de la economía y un 12% del PBI brasilero.

Estos sucesos -entre otros- promovieron que el real comenzara un proceso devaluatorio y alcanzara su menor nivel en doce años. En lo que va 2015, Brasil devaluó 40% y de esta manera obtuvo el mayor superávit comercial de los últimos tres años. Esta situación generó una fuerte apreciación del tipo de cambio bilateral de Argentina con Brasil, ya que mientras el país carioca devalúa, Argentina aprecia contra el dólar en términos reales.

El saldo comercial correspondiente a los primeros seis meses del año fue de U$S 4599 millones. El año pasado, considerando el mismo período, el déficit fue de US$ 950 millones. Aunque, como sucede en Argentina, la mejora del saldo comercial no se logró gracias a la devaluación, sino a la contracción del comercio exterior. Las importaciones (19,9%) disminuyeron en mayor proporción que las exportaciones (16,2%), alcanzando los U$S 108.255 millones y U$S 112.854 millones, respectivamente.

Para contrarrestar el efecto de la devaluación, frenar la salida de capitales y tratar de estabilizar la inflación -que trepó en el mes de julio a 9,56% tocando su máximo desde noviembre de 2003-, el Banco Central de Brasil subió la tasa de interés, pasando de 13,75% a un asfixiante 14,25%. De la misma forma, el gobierno se vio obligado a revisar sus metas de ingresos y gastos para exhibir cuentas ordenadas que le permitan acceder al financiamiento y preservar sus calificaciones de riesgo.

Como si fuera poco esta revuelta económica y política, el problema climático que enfrenta el gigante sudamericano agrava aún más las tensiones, ya que el 60% de la electricidad se produce con energía hidroeléctrica, y debido a la crisis hídrica como consecuencia de las escasas lluvias, hay racionamiento de agua y problemas de energía.

Tal es el pronóstico negativo para Brasil, que se espera una leve contracción del 1% para el 2015, encabezando el desacelere de la caída de la actividad económica para el primer semestre del 2016, con un posible recupero para el segundo. Esta caída llevará a que, incluso, toda la actividad de América del Sur se reduzca 0,2%, dejando a Latinoamérica al borde del estancamiento, con una leve expansión de 0,9%.

REAL PREOCUPACIÓN

De esta manera, los problemas económicos de Brasil impactan de lleno en el intercambio comercial bilateral y en una caída de la inversión en su principal socio comercial. Argentina representó en 2014 el valor más bajo (0,7%) de las inversiones reales brasileras en el mundo. Así, el ingreso de capitales alcanzó la cifra de U$S 162 millones, registrando el valor más bajo en una década. Por otro lado, la devaluación en Brasil trae aparejado un encarecimiento de los productos argentinos y un abaratamiento de productos brasileños.

Brasil

Asimismo, como se mencionaba anteriormente, el impacto directo se refleja en el deterioro de las ventas al país vecino. De acuerdo con las cifras del Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior de Brasil, el déficit acumulado en el primer semestre fue de U$S 923 millones, lo que representa un incremento de U$S 540 millones comparados con el primer semestre del año pasado. En cambio, los datos arrojados por INDEC indican que el déficit registrado para el primer semestre alcanzó los U$S 780 millones, con una reducción de U$S 15 millones, si se lo compara con el 2014.

De mantenerse la dinámica actual, se estima que el déficit comercial bilateral de U$S 140 millones en 2014, pasaría a ser de U$S 1.200 millones en 2015. Sumado a esto, en la revisión de metas fiscales y el recorte de gastos dispuestos por el gobierno de Brasil, se vería afectada la actividad industrial argentina a través del impacto directo en las exportaciones, ya que cerca del 20% de sus ventas externas se dirigen al mercado brasileño.

Por otro lado, la actual situación del tipo de cambio bilateral, Argentina con Brasil, es muy similar, pero más delicada que en el período 1999/2001. En aquel momento, Argentina atravesaba la convertibilidad, con un tipo de cambio fijo contra la divisa norteamericana -en un contexto deflacionario-, que ayudaba a amortiguar los efectos de la devaluación de Brasil. Hoy día, la situación es más compleja para el gobierno argentino, porque a diferencia de aquel momento, la apreciación del peso no se debe sólo a la devaluación del real, sino que se agrava con una persistente inflación producto de un desmedido gasto público financiado con una agresiva emisión monetaria.

A modo de conclusión, Argentina no puede ignorar este escenario, porque el impacto en la economía es significativo. Mientras tanto, Brasil no puede maquillar los efectos nocivos de las malas decisiones en materia de políticas fiscales, monetarias y de ingresos aplicadas por los últimos gobiernos populistas. Para revertir esta situación, la próxima administración argentina deberá dar muestras sólidas de que llevará a cabo las correcciones necesarias para reinstalar un proceso de crecimiento con reglas estables, orientado a corregir los principales desequilibrios internos. De ser así, traería aparejado una mejora en los niveles de confianza, reposicionando al país en el radar de los capitales externos. Aunque, la llegada de inversiones desde Brasil se haría esperar, como mínimo, hasta el 2017.

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