Apenas dos meses después de que la prensa internacional aireara que España S.A. iba camino de la quiebra, los inversores se han lanzado como locos a comprar deuda española. Prueba de ello es que, en las últimas seis semanas, los resultados de las subastas han superado con creces los objetivos previstos por el Tesoro Público, algo que no ha sido tan frecuente en lo que llevamos de 2010.
De hecho, desde que se publicaron los test de estrés, los exámenes de solvencia que Bruselas hizo a los bancos europeos, España ha colocado 19.576 millones de deuda (incluyendo letras, bonos y obligaciones), un 8,76% más de la cantidad que había previsto inicialmente. En el mejor de los escenarios, el Gobierno esperaba vender 17.999 millones de euros, aunque se hubiera conformado, incluso, con una financiación de 12.999 millones, un 33,6% menos de lo que finalmente ha conseguido.
Más allá de la buena calificación que obtuvieron las entidades nacionales en las pruebas de solvencia–con un aprobado del 95%-, estos exámenes demostraron el buen estado de salud de la banca española, que fue la única del Viejo Continente que sometió a las situaciones de estrés a todas sus entidades.
Por ello, los estrés test han tenido otro efecto de arrastre: ha disipado la mayoría de los temores y las dudas sobre España S.A. Al menos, ha conseguido reducir la rentabilidad (el interés) que piden los inversores al Tesoro por comprarle su deuda, una cifra que se disparó en junio ante los rumores sobre la quiebra de nuestra economía.
Incluyendo la emisión del pasado martes, ya suman nueve colocaciones consecutivas en las que el Tesoro logra vender deuda a un interés más bajo que en la subasta anterior. Estas colocaciones (dos de letras a tres, seis, doce y dieciocho meses y una de bonos a tres años) ya han perfilado una tendencia: al Estado cada vez le cuesta menos financiarse.
Un rumbo que, según los expertos, se mantendrá después de verano, ya que consideran que la percepción de riesgo que antes tenían los inversores de España ha desaparecido en gran medida. Como consecuencia, se seguirá reduciendo la presión en el mercado y, de su mano, la rentabilidad que exigen al Estado por comprar deuda nacional.
Un año con dos realidades distintas
España ha vivido en este año una cara y una cruz con su deuda. En los cuatro primeros meses del año, el Tesoro colocó 58.646 millones, un 6,1% menos de lo que había calculado, mientras que, entre mayo y junio, las colocaciones empezaron a superar las previsiones estatales: en ese tiempo, el Estado colocó 31.938 millones, un 1,39% más de lo esperado.
La cifra es, aparentemente, poco significativa. Sin embargo, el contexto de estos dos meses fue muy adverso: a la oleada de rumores sobre la posibilidad de quiebra de nuestra economía y la necesidad de un multimillonario rescate internacional, se sumó un macrovencimiento de deuda de 24.000 millones de euros, que también avivó los temores de los inversores, ante la incertidumbre de si España podría hacer frente al pago.
Sin embargo, todo cambió con los resultados de los test de estrés. Los sobresalientes de Banco Santander y BBVA -los pesos pesados del sistema financiero español- y los notables y aprobados del 95% de nuestra banca han cumplido con su misión: que el mercado recupere confianza y credibilidad.
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