La guerra de divisas o la forma de matar la reactivación

Hoy en dia, la idea de que las divisas pueden ser utilizadas como un arma de política monetaria está ampliamente desarrollada. En un tira y afloje sin precedentes, los países están intentando competir por tener la divisa más débil. Esta práctica, según varios analistas, está amenazando la incipiente reactivación global, aumentando a su vez el riesgo de un proteccionismo comercial generalizado.


En esta batalla, nadie quiere ser sindicado como el causante de tremenda amenaza, así que todos se tiran el problema unos a otros. Ejemplo de ello es lo que ha dicho el Secretario del Tesoro estadounidense, quien manifestó que “la responsabilidad de este enfrentamiento es de los países que tienen grandes superavits comerciales”. Pará el funcionario norteamericano, esos países deben dejar que sus monedas se aprecien para evitar una ronda destructiva de devaluaciones competitivas.

Lo que parece no saber este funcionario es que en esta ola de devaluaciones, Estados Unidos está teniendo una participación destacada dejando al dolar a la deriva en cuanto a su valor, permitiendo que la divisa verde se encuentre en sus mínimos en años contra el yen, el yuan y otras monedas de países emergentes y, en menor medida, contra el euro y la libra esterlina.

Toda esta movida de devaluaciones competitivas nos llevan irreversiblemente a lo sucedido en los años 30, cuando frente a la Gran Depresión, hubo una ola similar de devaluaciones, en las que Estados Unidos también tuvo destacada participación, que tuvo efectos desastrosos para la economía mundial ya en depresión.

Por la otra parte, es el Ministro de Hacienda brasilero quien dice que “estamos en una guerra cambiaria internacional”, acusando a las potencias centrales de querer debilitar sus divisas para minar la competitividad de las economías emergentes, entre las que están las BRIC.

Los especialistas se inclinan más por el lado del brasilero: dicen que actualmente lo que encontramos no son devaluaciones competitivas, sino intentos de varios gobiernos de evitar una mayor revaluación de sus monedas para no perder competitividad.

Para comprender la dinámica de los movimientos cambiarios, hay que saber que estos se deben a factores reales, como ser los desequilibrios en los balances de cuenta corriente de las principales economías, y a la fuerza de los grandes capitales para mover los valores de las divisas por encima o por debajo de lo que debería determinar la economía real.

¿La culpa de todo, entonces, lo tiene los déficits comerciales? Lo cierto es que Estados Unidos suma más de la mitad de los déficits acumulados de todo el mundo. Pero esto no es nuevo. Desde mediados de los setenta el déficit se ha convertido en endémico para la primera potencia mundial, que solo pudo ser financiado por detentar, como decía Charles De Gaulle, el “exorbitante privilegio” de emitir al dolar.

Del otro lado tenemos a sus “enemigos” en esta guerra de divisas: China (con un superavit comercial del 2,2% de su PBI), Alemania (el 4,7%), Japón (el 3%) y Corea del Sur (el 4%). ¿Y Brasil? El gigante sudamericano no debería calificar en este bando, ya que acumula un déficit de cuenta corriente del 1,5% de su PBI, lo que lo habilitaría a devaluar según las teorías neoclásicas.

La Teoría Neoclásica dice que, en un mercado libre, los déficits en cuenta corriente deberían ocasionar un “ajuste natural” con el cual se realizarían realineamientos de las divisas hasta llegar al equilibrio.

Pero el equilibrio natural es solo una teoría, un punto abstracto que nunca ocurrirá en este capitalismo que vivimos por varios motivos. Uno de ellos es la capacidad de EEUU de emitir la moneda de reserva internacional, lo cual le permite sostener en el tiempo déficit abrumadoramente elevados.

El gran peligro que ocasiona esta guerra de divisas es el movimiento de capitales de una regiòn a otra, que vuelan como aviones buscando donde aterrizar. Los capitales, hoy en día, vuelan al mundo emergente, que representa el 40% del PIB mundial, atraídos por el crecimiento y las oportunidades de inversion real, pero también por los altos tipos de interés que mantienen para contener la inflación, como Brasil o, en menor medida, China. Aquí, la cosa se complica. El ingreso de capitales especulativos produce un círculo vicioso donde el dinero hace que la divisa se revalorice produciendo la pérdida de competitividad de los productos industriales.

¿Hay más? Sí, hay mucho más. Las enormes presiones para que los países emergentes revalúen sus monedas se deben a que, dado los compromisos asumidos con la Organización Mundial del Comercio -la OMC-, la mayoría de las naciones tienen más dificultades para resolver sus desequilibrios comerciales mediante el temido “proteccionismo“. No obstante, el proteccionismo se sigue aplicando, aunque en dosis menores, por muchos países. Dosis que pueden aumentar si la Guerra de Divisas se expande y se agrava.

Una prueba de que ello ya comenzó es una reciente ley aprobada por la Camara de Representantes de Estados Unidos, donde deja claro que se podrán aplicar “aranceles punitorios” a las importaciones desde China. El gigante asiático suele responder a estas amenazas con su propio proteccionismo. Estos problemas suelen ser arreglados mediante la cooperación y los acuerdos, pero dadas las cosas, nadie cree que en el corto plazo se pueda llegar a ellos.

¿Cual es entonces la política que se está manejando? Según una cita de Martin Wolf, que podemos leer en el Financial Times, “es poco probable que un mundo con políticas de empobrecer al vecino termine bien.

Al fin y al cabo, el sálvese quien pueda está instalado y es muy dificil que compartan los salvavidas…

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