Ya estamos en una nueva final de la Eurocopa y parece que eso es lo único que importa para millones de españoles que ayer se desgañitaron en el partido contra Portugal y la tanda de penaltis. Históricamente alejado de la gloria, el deporte nacional ha ido ganando puestos desde Barcelona 92 hasta el punto de que España es hoy una superpotencia (siempre que exceptuemos el atletismo).
El triunfo de la selección de fútbol en la Eurocopa de 2008 y posteriormente en el Mundial de Sudáfrica 2010 rompía además esa ‘maldición’ que no veía ganadores en todo tipo de deportes a excepción de en fútbol. La nueva final que nos espera no es sino una confirmación del buen momento del deporte español, que se refrenda por el octavo Roland Garros de Rafa Nadal o el segundo Eurobasket conquistado hace un año por la selección de Baloncesto, por nombrar los más ‘sonados’.
Frente a este idílico momento deportivo que hace que seamos la envidia de todo el mundo se impone una realidad bien diferente cuando bajamos a la realidad. Y es que la situación es más bien opuesta cuando se trata de analizar la economía española.
En cierto sentido, somos como aquel niño de colegio que todos hemos conocido, muy bueno en deporte pero poco aplicado en los estudios y especialmente en matemáticas, un ejemplo parecido al que ponen en Segestion… Si este niño estuviese en Estados Unidos a buen seguro habría conseguido una beca de estudios para practicar deporte, como España la consiguió subvenciones y ayudas al entrar en la Unión Europea (UE).
Su siguiente paso sería la NBA (por poner un ejemplo) donde firmaría millonarios contratos ganando más dinero en una sola temporada de lo que un mileurista al uso podría lograr en toda su vida. Capital más que suficiente como para acumular un patrimonio que le permitiese sobrevivir de por vida. España también tuvo estos contratos en forma de dinero barato y una expansión crediticia que se esfumó en el ladrillo en lugar de en crear una industria de valor añadido.
Todo ello para cuando termina su carrera deportiva, el pobre niño no tarda mucho encontrarse en bancarrota. De hecho, este es el destino de seis de cada diez jugadores pasados los cincos años desde que abandonan la práctica deportiva. Precisamente lo que le ha pasado a España, que cuando se ha agotado el crédito se ha visto sin recursos por no haber echo los deberes desde el punto de vista económico.
Porque España está ahora mismo en recesión y quebrada. Su desacertada política de inversiones e incentivos al ladrillo hacen que, tras el estallido de la burbuja, su economía (nuestra economía) sea incapaz de generar empleo ni de crecer. Tanto es así que según el boletín económico del Banco de España nuestro PIB volverá a contraerse en el segundo semestre del año…
Pero ganamos en deporte, aunque como apunta MisterEmpresa, a emprender no ganamos tanto.
En este sentido quizás haríamos bien en aprender de nuestros éxitos deportivos, del modelo de gestión que siguen, porque hay muchas cosas trasladables a nuestra política y a nuestro modelo económico. Daniel Lacalle las resume en las diez siguientes en una actualización de su cuenta de Facebook:
El entrenador no subvenciona a los jugadores perdedores para que sigan en el equipo
El Estado no interviene ni en composición de equipo ni estrategia
Aprender del contrario que gana, no imitar al que pierde
Celebrar la diversidad cuando gana el equipo, no usarla para perder
Usar al entrenador que gana, no al que pierde y promete cambiar
Adaptar su estrategia a sus recursos, en vez de pedir más recursos
Incentivar el liderazgo para el bien del equipo
Ajustarse a la fórmula que siempre ha funcionado y no variar a medio partido
Reducir impuestos para incentivar el éxito
Premio y felicitar al ganador, en vez de criticar y marginarlo
Y a estas quizás se podría añadir la capacidad para trabajar en equipo y un poco de humildad. En cualquier caso, parece claro que aquí también sabemos hacer las cosas bien, aunque sea en deportes….
Gracias por vuestra mención. Acertamos resultados. Final España-Italia
Un cordial saludo
Anna Benedí (CM)