Los precios elevados que ha venido exhibiendo el oro, ha provocado que el desierto del norte de Sudán viva una verdadera fiebre de oro.
Esta árida, rocosa y desértica zona ubicada a unos 500 km al norte de Jartúm, se encuentra siendo escudriñada por miles de campesinos, que provistos de un detector de metales, sondean el suelo en busca de oro.
Se calcula que en la zona hay por lo menos 200.000 personas trabajando en esta nueva actividad, de exploración aurífera. Esta oleada que se asemeja a la fiebre del oro de Estados Unidos en el siglo XIX, es impulsada por el alza en el precio del oro y la introducción masiva de detectores de metal al país.
Estos buscadores se valen de todos los métodos posibles para lograr su cometido. Algunos invierten importantes sumas en detectores de metales, otros se asocian con productores de la zona a quienes alquilan tractores que usan para remover el suelo del desierto.
Un buscador recibe 90 libras sudanesas (35 dólares) por gramo. Esta suma equivale a una semana de jornal para un trabajador de bajos ingresos. Las condiciones en las que trabajan estos buscadores en Sudán son muy difíciles.
Los arqueólogos están preocupados por la febril actividad que se desarrolla en la zona norte del Sudán, rica en tesoros arqueológicos.
También los ecologistas están preocupados, dado que en muchos casos los buscadores utilizan mercurio y las aguas del Nilo para aislar el metal dorado. Esto derivará en potenciales problemas de contaminación del Nilo.
Por el momento, las autoridades son concientes de que no se puede frenar a los buscadores, sin embargo, se está intentando tomar medidas que regulen la actividad.