Irlanda tiene claras sus prioridades. Y la número uno, sino la única, es la de mantener un impuesto de sociedades del 12,5% sin parangón en Europa. Perderlo le haría perder el único hecho diferencial que le puede permitir poner en pie una economía rendida que no ha tenido más remedio que recurrir a papá Bruselas.
La ayuda de la Unión Europea y de dos países que no comparten la moneda única como Suecia y Reino Unido será de al menos 100.000 millones de euros, por encima de las previsiones más optimistas que aseguraban que no superaría los 80.000 millones. A cambio, Irlanda se compromete a reformar su quebrado sector financiero, que es el origen de su caída en picado.
Pero el segundo país –tras Grecia- que ha requerido ayudas internacionales para sobrevivir se resiste como gato panza arriba a elevar su impuesto de sociedades, el más bajo de la Eurozona. ¿Por qué? El 12,5% que pagan las empresas por desarrollar sus negocios en el país ha sido, junto a la burbuja inmobiliaria, la clave de lo que se dio en llamar el milagro irlandés.
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