Como en Mayo de 2010, volvemos a tener en España un gobierno que se queda sin guión.
En su día, las políticas fiscales expansivas -con medidas como el Plan E, que fue la medida insignia, el cheque bebé o la deducción de 400 € en IRPF- encontraron su contradictorio colofón en el bandazo personificado que fue la repentina subida del IVA, la bajada del sueldo a los funcionarios o la congelación de las pensiones. En tiempos recientes, sin embargo, la pérdida del control de la situación se materializa en aquellas medidas anunciadas (a las que sumaremos las que se asoman por el horizonte) entre la presentación de los presupuestos y su tramitación.
El repentino recorte de servicios sanitarios y la subida de tasas universitarias y del copago farmacéutico son indicio de que, tras tres meses de autoengaño y sobreestimación del margen de maniobra por parte del gobierno, volvemos a latir al ritmo taquicárdico de la prima de riesgo; y hoy nuestro contrahecho cardiograma tiene picos aún más acusados que los que presentaba en 2011.
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