La renta variable sigue atrapada en un rango estrecho sin que la situación de fondo se modifique de forma significativa, de modo que parece que agosto será un mes de transición a la espera de nuevas referencias en septiembre, con las nuevas comparecencias de bancos centrales, la vuelta de la actividad política, la publicación de las auditorías a la banca y petición formal por parte de España del rescate europeo, en forma de compras de bonos.
En cuanto al mercado de deuda, aunque el tipo de interés solicitado por el mercado a la deuda periférica ha cedido terreno en las últimas dos semanas, por las expectativas de que el BCE intervendrá para hacer bajar los costes de la deuda italiana y española a partir del próximo mes, las dudas sobre los detalles y el momento de la actuación del BCE mantienen a los inversores cautos, limitando la posibilidad de que los rendimientos caigan más hasta que el Banco Central de pistas sobre sus medidas. Mientras tanto los países centrales siguen cubriendo sus objetivos de colocación con rentabilidades negativas.
Aparente calma por lo tanto, que puede preceder a la tempestad. El verdadero peligro está en que el colchón de seguridad del Tesoro para combatir las turbulencias a corto plazo se evapora día a día. El pasado mes de junio, la caja que guarda el organismo en el Banco de España cayó un 28%, hasta situarse en los 28.901 millones de euros, una cantidad que apenas cubre los vencimientos de deuda de julio y agosto, y muy por debajo de los 54.000 millones de euros que acumulaba hace solamente tres meses en la misma cuenta. Una tendencia a la baja muy peligrosa que se verá acentuada por el rescate a las comunidades autónomas y que de no remediarse conduce inexorablemente al impago o «default», o como dice Montoro «no hay dinero», antes del mes de octubre.