A veces la historia de David y Goliat queda a tan atrás en el tiempo que parece imposible de igualar. Aquella famosa lucha entre el campeón de los filisteos y un joven pastor sin experiencia de guerra, ha sido utilizado a lo largo de la historia para de demostrar que los más poderosos muchas veces pueden recibir golpes fulminantes de los más pequeños.
Sin embargo, no debemos ser tan tontos para pensar que las corporaciones financieras podrán caer a los pies de los usuarios, sin embargo, cada tanto puede suceder, y más en momentos como estos donde la banca ha sido señalada como nunca como responsable de quiebras escandalosas y estrategias poco claras.
Ahora se ha conocido que el Ministerio Fiscal ha acusado a las entidades financieras de no informar bien a los clientes del contenido de los distintos contratos antes de que éstos los firmen y les ha advertido de que tendrán que cambiar los modos de comercialización de sus productos teniendo en cuenta a los consumidores.
¿Qué quiere decir esto? Veamos, de una vez por todas la justicia le está diciendo a los bancos que debe ser más claro a la hora de formalizar una relación contractual con sus clientes. El fiscal se ha preguntado «Sinceramente, ¿puede alguien creerse que un consumidor sale de un banco sabiendo todo lo que ha firmado?».
Esta intervención tuvo lugar en la segunda sesión del juicio que celebra el Juzgado de lo Mercantil número 9 de Madrid por la demanda colectiva presentada por OCU contra BBVA y Banco Popular contra 51 cláusulas consideradas abusivas en sus contratos de hipotecas, cuentas corrientes y tarjetas.
Pero vamos a ponernos como abogados del diablo. Si bien todos estamos de acuerdo en que las entidades financieras deben modificar ciertas políticas, los clientes de bancos y cajas también deben hacerlo. Y la razón es tan elemental como vital para que prosperarn las relaciones comerciales entre las partes, y para transparentar estas acciones.
Con esto quiero decir que ambas posiciones tienen que revisar sus políticas frente a quienes firman. En primer lugar la banca tiene delineado a la perfección un sistema financiero y judicial para resguardarse frente a posibles demanda, con una serie de estudios contables y abogados onerosos que saben como ensuciarse, para lavar la imagen de las entidades que pagan millones.
Pero una de las mejores formas de que la banca empiece a comportarse radica en la posición de los usuario, y en esto debemos ser serios y honestos. La mayoría de las personas que acuden a una sucursal firma y no tiene la menor idea de lo que dice en el papel, solo lee la letra más grande (y no en vano aparece en ese tamaño) y se retira.
Pero la angustia acarrea cuando llega a casa y se pregunta en frío, ¿me conviene realmente lo que acabo de formalizar? Ese es un primer paso para entender como actuamos como usuarios, somos vagos, dubitativos y poco profesionales, y no podemos culpar siempre al banco.
Tenemos tiempo para leer, preguntar y hasta decir no, pero siempre tenemos una excusa, nos falta tiempo, el profesional con que nos atiende nos apura, la oficinas está llena de gente, hace claor, hace frío, todas son excusas perfectas.
Nuestros derechos como usuarios existen, el único problema es que no sabemos ejercerlos, y cuando lo hacemos ya es tarde para reparar nuestro error, pero ideal para quejarnos una vez más.