No son enemigos ni mucho menos y, de hecho, casi siempre suelen ir juntos de la mano. El ahorro suele preceder a la inversión, ya que para poder obtener rentabilidad por nuestro dinero, generalmente deberemos acumular previamente algo de capital. Sin embargo, ahorro o inversión sí son dos formas bien diferentes de enfocar la gestión de nuestras finanzas personales.
En un mundo ideal, todos seríamos capaces de ahorrar y sacar partido a esos ahorros. Por desgracia, la realidad es bien diferente: muchas personas tienen problemas para ahorrar y todavía más para poner a trabajar su dinero. La mayoría de gurús de las finanzas personales nos invitan primero a ahorrar y después a convertirnos en intrépidos inversores. El problema suele surgir en el segundo punto. No todas las personas tiene las mismas aptitudes para los números ni para entender el funcionamiento de los mercados financieros, lo que hace muy complicado que obtengan grandes ganancias por su capital.
Este mismo razonamiento puede aplicarse para otros handicaps financieros como la aversión al riesgo (sí cuando más se arriesga más beneficios se consiguen) o simplemente el interés por los mercados (siempre dejando claro que debería de haber un interés mínimo para por lo menos no dejar nuestro dinero parado). Para este tipo de personas que no quieren, más que pueden, aprender a rentabilizar al máximo sus ahorros, existe otra fórmula para que puedan sacar más rendimiento a su dinero: el ahorro.
Gastar menos para poder invertir más dinero. Es decir, si no somos capaces de obtener un gran rendimiento por nuestro dinero, aunque sí un poco, necesitaremos destinar más capital a la inversión para conseguir nuestros objetivos.
En el fondo, esta no es sino otra visión de la lucha frugalidad e inversión que existe en el entorno de la gestión de las finanzas personales. Y es que entre los gurús que nos enseñan a manejar nuestro dinero hay dos escuelas bien diferenciadas: quienes apuestan por reducir al máximo nuestros gastos (fugales) y quienes piensan que es más importante saber renabilizar nuestro dinero (inversores). Como casi siempre, la respuesta se encuentra en el punto intermedio, que se puede definir como unos hábitos de consumo saludables y cierta capacidad de inversión. sin tener que ser un experto en los mercados.
Al final, se trata de contar con unos buenos hábitos de ahorro que por lo menos nos permitan ingresar más de lo que gastamos y, sobre todo, de controlar nuestras finanzas personales –un presupuesto en este punto es indispensable– para tomar decisiones informadas y no autoengañarnos con el dinero.