Hace tiempo tenía ganas de explayarme acerca de las medidas económico-políticas que impone el organismo monetario internacional más reconocido y criticado de la actualidad.
El detonante de esta publicación es, claramente, la reunión de los 20 países más “poderosos” del planeta, o bien conocido como G-20. En la misma, se logró un previo de acuerdo para crear indicadores que permitan a Fondo Monetario Internacional (FMI) evaluar los defasajes económicos y sociales de los países en cuestión, para así, tener un marco común aplicable a todo el mundo en 2011, y no apabullar con medidas particulares a cada país (cosa que no dejará de ocurrir).
Para un país como en el que vivo, Argentina, cuando alguien habla del FMI en la televisión, radio o periódicos, el miedo se hace presente y la incertidumbre acompaña. Tantos años de pobreza y de medidas políticas contractivas azotaron a nuestra nación con el neoliberalismo voraz que, al día de hoy “FMI” es una mala palabra… Y en mi parecer, esto se extiende a muchos países donde se aplicaron las políticas, precisamente en los años 90’.
Indagando en la carta de creación del FMI, encontré algo muy simple para ver el por qué de este rechazo al organismo. En sus comienzos y actualmente, los objetivos de la entidad fueron y son:
- Promover el intercambio monetario internacional.
- Ayudar a mantener un sistema multilateral de pagos.
- Facilitar la expansión y crecimiento equilibrado del comercio internacional.
- Promover la estabilidad de las divisas.
- Otorgar préstamos ocasionales a países con déficit en su balanza de pagos.
En cambio, en nuestro país se aplicaron algunas de las siguientes políticas:
- Corrección del déficit público en desmedro del gasto social. La política neoliberal del FMI se basa en no otorgar subsidios ni nada semejante.
- Para romper la industria local, se eliminan barreras cambiarias. El FMI en este punto es partidario de la libre flotación de las divisas y de un mercado abierto.
- Recaudar dinero desde el superávit fiscal primario para cubrir deuda externa.
- Eliminación total de subsidios y aranceles, dejando libre las importaciones a menores costos, lo que hizo caer la industria local como si fuese un castillo de naipes.
- Sistema impositivo regresivo. Todo en vista de incrementar la recaudación fiscal, apareciendo impuestos como el Impuesto al Valor Agregado, al cheque, entre otros de carácter abusivo.
- Finiquitando lo poco que nos quedaba como digno e íntegro, se aplican las políticas de flexibilidad laboral, entendido como la desregulación del mercado de trabajo: los patrones mandan nuevamente, y hacen lo que quieren con sus trabajadores, sin que estos puedan replicar.
La mayoría de los integrantes del G-20 no se ha sometido a estas medidas, dado que como muchos dicen, son sólo para los pobres. Pero es importante que sepan que los pobres ya las hemos pasado, y aún las estamos pagando. Si se impone un sistema de indicadores utilizable por el FMI para determinar donde se deben aplicar o no tales o cuales medidas, sin hacer mucho más esfuerzo en evaluar el impacto social y político de su intervención, estaremos perdidos.
Y no creamos que porque Argentina es un país en desarrollo tiene problemas en su balanza de pagos (que es historia repetitiva para los que la habitamos). En estos días se habla mucho de cómo Irlanda está cayendo a pique, acompañada por Portugal o Grecia, y que España deberá mostrar que no es como ellos mediante emisión de Letras el día de hoy. Asimismo, recordemos que España fue un objetivo de consejos del FMI en mayo de este año, donde las medidas iban desde la reforma laboral, hasta la modificación en la legislación bancaria.
Nada impedirá, si cuenta con el apoyo del G-20 y en consecuencia la totalidad de sus miembros, aplicar sus políticas neoliberales que, “casualmente”, resurgen cuando estamos en época de vaca flaca.
Por eso os digo nuevamente: ¡Cuidado! FMI suelto…