Durante aquellos maravillosos años de la gran ilusión inmobiliaria en los que todos éramos ricos y teníamos dinero en el bolsillo para gastar a precios irrisorios, uno de los sectores que más aprovecharon la abundancia fue el sector turístico.
De pronto, una España mayoritariamente provinciana, dominguera, de modesto chalet o apartamento comprado con los ahorros de toda una vida, disponía de los más modernos y novedosos lugares tanto de costa como de interior donde poder disfrutar de un merecido descanso. En todas las ciudades españolas, así como en las zonas de costa, empezaron a proliferar hoteles de cuatro y cinco estrellas con los mayores lujos posibles: spas, piscinas climatizadas, gimnasios, habitaciones gran lujo… El dinero para construirlos era casi gratis, y el suelo era lo de menos: se iba a amortizar en 20 años (eso creían).
Así mismo, se aprovechó dicho tirón turístico para promocionar zonas de interior a troche y moche, para que así la gente de las capitales supiera lo que es una encina, una carrasca, el canto de los grillos, las cacas de vaca y los cielos estrellados. Y surgieron casas y hoteles rurales donde habían palacetes semiabandonados, molinos sin usar en 150 años o bodegas en desuso llenas de telarañas, con el objetivo «de revitalizar el tejido rural» (aunque contrataran a inmigrantes para el servicio). El dinero para rehabilitar, al igual que en los hoteles, barato y amortizable con rapidez…
Las sociedades de patrocinio turístico gastaban el dinero a espuertas en campañas publicitarias, porque el dinero público era inacabable y se iba a seguir retroalimentando cada vez más: campaña, turistas que pagan impuestos, más campaña, más turistas, etc. (o al menos eso creían).
Pero no, nuestra pujante y novedosa clase media no se contentaba con patear la piel de toro. Queríamos ver mundo. Queríamos viajar en avión, en barco, y si hacía falta en crucero de cinco estrellas, a ver todas esas maravillas que veíamos en las revistas y en los documentales. Londres y París eran destinos de fin de semana. Teníamos que ir a Praga, Moscú, Oslo, Kenya, Bali, Shanghai… Cuanto más lejos viajabas, mayor era tu estatus Y cuando la demanda aumenta, la oferta se vuelve loca. Cada dos calles una agencia de viajes, dos de cada cinco páginas de internet eran de planificación de viajes… Así que empezó a crearse la sub-burbuja turística.
2008. Principio del fin de la burbuja. Fin del dinero barato. Muchas agencias de viajes que habían sobrevivido apalancándose en exceso deben cerrar. El gran imperio Marsans, montado por ese excelso empresario y ex-presidente de la CEOE llamado Gerardo Díaz-Ferrán se viene abajo en cuestión de meses. Aerolíneas como Vueling o Iberia se ven en dificultades para mantener los contratos de arrendamiento de sus aeronaves y deben tomar medidas dolorosas. Pequeñas agencias de viajes comienzan a cerrar sus puertas por comenzar a resentirse de los primeros impagos financieros y tener que hacer frente a deudas considerables. Comienza a retraerse el consumo interno y exterior y empieza a afectar a las reservas hoteleras.
2012. El consumo interno sigue en caída libre y el consumo exterior está prácticamente plano. Se han producido grandes seísmos en el sector turístico. Las campañas de patrocinio cuentan con poco capital si no han desaparecido en la práctica por falta de fondos, por lo que han de recurrir a la inventiva. Hay cadenas de viajes con verdaderas dificultades para sobrevivir, que nadie hubiera pensado que pasarían por medidas como ERTEs o reducciones de jornada y salario, como Viajes El Corte Inglés, Globalia o Viajes Barceló. Las cadenas hoteleras juegan partidas de Monopoly a la desesperada: vendo un hotel aquí, compro uno modesto allá. La compañía aérea de bandera nacional, Iberia, tras pasar a manos de British Airways bajo la alianza IAG, realiza el tercer recorte de personal de los últimos cuatro años y el más doloroso. Spanair, el proyecto aeronáutico de la Generalitat catalana, quebró, dejando a mucha gente (sobre todo trabajadores) sin su dinero. Vueling, la compañía privada que iba a competir en el tramo low cost, puede pasar a manos de IAG, con lo que podría pasar por el mismo vía crucis que Iberia.
Además, el Gobierno se ha visto obligado a subir las tasas aeroportuarias, lo cual, al aumentar el coste de los vuelos desde y hacia España, puede afectar tanto a las agencias de viajes como indudablemente a las líneas aéreas, ya que algunas de bajo coste, como Ryanair, se están planteando eliminar vuelos tanto interiores como exteriores en aeropuertos españoles, y otras, más tarde o más temprano,tendrán que abandonar rutas no rentables.
Si a esto le añadimos que el informe elaborado por la OCDE para España recomienda, entre otras medidas, que el IVA aplicable a los servicios turísticos aumente del 10% actual al 21%, podemos concluir que la sub-burbuja turística nos va a reventar en toda la cara.
Así que recomiendo al sector turístico que vaya diseñando su futuro en condiciones pesimistas, y que vaya centrando su actividad en lo que debería haber sido y no fue: en una actividad lúdica, esporádica y al alcance de todos los bolsillos, realizada por empresas que se preocupen por diseñar productos acordes a los consumidores potenciales, y no en ofrecer productos al alcance de una clase media alta que ni está, ni se la espera en mucho tiempo.
Imagen: CC pulguita