«Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo».Albert Einstein
Parece que vivimos desde hace unos años instalados en la peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial. En sólo un lustro gigantes multinacionales (General Motors, Lehman Brothers), prestigiosos gurús de los negocios (Bernard L. Madoff) y hasta países enteros (Islandia, Grecia) han caído en el pozo del abismo, obligando a replantearnos muchas de las máximas que creíamos indestructibles.
En España, si hay un fantasma que ha llenado de miedo los rincones de los hogares, ese ha sido el del desempleo, traducido en más de 5,5 millones de personas sin trabajo, el 30% de los cuales sin recibir prestación alguna, sumiendo en la pobreza y la desesperación a miles –por no decir millones- de hogares.
Particularmente grave está resultando la situación para los jóvenes, en donde casi la mitad de ellos están en paro, a pesar de ser la generación mejor preparada tanto en estudios (universitarios, postgrados, idiomas, formación profesional) como en recursos para el éxito laboral (técnicas de Marketing, prácticas, acceso a fuentes bibliográficas…).
A pesar de esta situación, y según datos del Instituto Nacional de Estadística, de los alrededor de 18 millones de españoles que trabajan en la actualidad, sólo un 15%, es decir, unos 3 millones, lo hacen por cuenta propia. Analizado con datos de 2010, y en base a un informe de la IE Business School la creación de nuevos negocios descendió en 2010 hasta el 4,3% de la población activa, en lo que supone su tasa más baja en once años.
¿Miedo al fracaso?
En su último Doing Business, el Banco Mundial sitúa a España en el puesto 49 entre los países con mayor facilidad para abrir un negocio. En concreto, señala que la media para abrir un negocio es de 47 días. Sólo este dato podría servir para explicar por qué el índice de emprendedores es más bajo que el del resto de países de nuestro entorno, aunque la cruda realidad va en realidad mucho más allá.
Pueden aducirse motivos como las trabajas administrativas, las extraordinarias dificultades actuales para acceder al crédito, la falta de ayudas públicas o la escasa cultura de co-working de la economía española. Podemos buscar las excusas que queramos, pero lo cierto es que el profesional tipo que hay en España es poco proclive para dejarlo todo y abrir nuevas compañías, y prefiere la comodidad de un puesto fijo o realizar una oposición.
El futuro que viene…
Dicen los entendidos que para ser emprendedor hay que poseer toda una serie de cualidades específicas, que converjan en un precioso cóctel, como la determinación, el liderazgo, la constancia o altos niveles de autoestima. Otros señalan además otras características exógenas como fundamentales para lograr el éxito, entre las que se sitúan la elección adecuada de los socios, la capacidad de organización de la entidad y, cómo no, el azar.
Y lo cierto es que todo eso está muy bien y posiblemente tengan razón en todo, pero que si solamente fuesen capaces de triunfar sujetos con estas premisas a su alrededor, apenas habría un puñado de autónomos de éxito en el mundo.
No, emprender es algo más, mucho más. Consiste en soñar lo suficiente para cambiar las cosas, en transmitir pasión sobre una actividad que acaba por convertirse en tu vida. Se trata de atreverse a tomar las riendas del destino desoyendo las recomendaciones de los más conservadores y de levantarse cada mañana pensando que es posible ser creativo hasta en las cosas más pequeñas.
Ahora cabe más que nunca fomentar líneas de conversación fluidas así como el intercambio de ideas, los brainstormings creativos y sumar esfuerzos que lleven al éxito profesional y a la mejora misma de la sociedad. Comenzábamos con una cita del genial Albert Einstein. Acabemos con otra del no menos inimitable Peter Drucker: “Donde hay una empresa de éxito alguien tomó alguna vez una decisión valiente.”
Es tiempo de crisis, arriesguémonos. Saldremos de ésta.