La nueva normativa aprobada por el Gobierno para limitar los sueldos de los banqueros también prohibe cobrar indemnizaciones millonarias cuando ha habido malos resultados. Esta medida pone en jaque la práctica de los blindajes de oro, que permite a los altos directivos salir de la entidad con finiquitos de seis ceros.
Cuando José María Amusátegui abandonó, en el verano de 2001, la copresidencia del entonces Santander Central Hispano lo hizo con una indemnización de 43,5 millones de euros.
Todo un escándalo que, sin embargo, quedó reducido a casi anécdota cuando su mano derecha, Ángel Corcóstegui, decidió seguir su ejemplo y dimitir como consejero delegado de la entidad, con un finiquito de 108 millones de euros.