Que podemos aprender de la crisis de 1993

Cada uno vive y se preocupa por la situación actual de diferentes formas, algunos intentan buscar explicaciones, buscar las causas, otros solo intentan saber qué hay que hacer para salir adelante. En todos los casos, es importante conocer si hubo situaciones similares y cómo se afrontaron.

La inmediata y una de las más grandes crisis españolas se dio a fines de 1992, se sufrió intensamente en 1993 y se empezó a dejar atrás en 1994.

Cuando en 2008 se encendieron las primeras alarmas de problemas económicos, muchos fueron a buscar los manuales y revisar lo sucedido 15 años atrás. Lo cierto es que la mayoría descartaba similitudes entre aquella grave crisis y lo que comenzaba a suceder. Pero dos años más tarde debemos plantearnos nuevamente el tema, ya que los números indican que son comparables.
Hoy día la tasa de paro ronda el 20%, mientras que el primer trimestre de 1994, según el INE, fue del 24,5% de la población activa.

Esos años la recesión se lastró el empleo de los españoles, y los ajustes macroeconómicos no lograban hallar la solución.

La deuda pública rondaba los 30 billones de pesetas, un 68% del PIB y el déficit del conjunto de las Administraciones Públicas era superior al 7% del Producto Interior Bruto (PIB). Al finalizar el primer semestre de 2010, la deuda pública española llegaba a 598.764 millones de euros, el 56,7% del PBI, a finales de 2007 era del 36,2% del PIB. Y este valor se encuentra ya muy cerca de 60%, máximo “recomendado” por la Unión Europea.

Otro factor importante en esta crisis es el crecimiento de la tasa de morosidad, en la crisis de 1993 alcanzó el récord de 8,7%, actualmente ronda el 5,60%.

Para superar aquella crisis se tomó la bandera de la devaluación, receta conocida por muchos países, y en tan solo nueve meses, la peseta se devaluó cuatro veces, cuando lo había hecho solo en nueve ocasiones desde 1959.

Las crónicas de 1993 relantan que el 17 de septiembre de 1992 se devaluó en un 5%, debido a una tormenta especulativa por el referéndum francés sobre el Tratado de Maastricht, que presionaron a la lira y a la libra a salirse del mecanismo de cambios del Sistema Monetario Europeo y a la peseta a su devaluación. Le siguieron el 22 de noviembre siguiente en un 6%, por el hundimiento de la corona sueca que repercutió en las demás monedas del sistema; y la última el 13 de mayo de 1993, otro 8%.

La demora en la unificación de una moneda europea, pusieron a la vista la debilidad de la economía española, creciente inflación respecto a los otros países y alta deuda, lo que llevó a las especulaciones sobre la peseta, que luego de las sucesivas devaluaciones, la colocaron en una paridad más real a la del resto de los países. Lo mejor, no generó la inflación tan temida que toda devaluación importante presupone.

La recesión de esos años se debió también, igual que ahora, en gran parte al estallido de la burbuja inmobiliaria. Pero a diferencia de 1992-1993 donde la mayor parte de la construcción era sostenida por el gobierno en obra pública, ahora la caída fue del auge de la construcción para vivienda.

Es así que por entonces, la crisis se combatió mediante las ya mencionadas devaluaciones que trajeron competitividad al mercado, y las medidas de austeridad, apoyadas en la contención de la inflación y en la caída de tipos de interés que se registraban en los mercados financieros. A su vez, cuando años más tarde nacía el euro, el acceso a tasas más bajas de interés y al mercado internacional, fortaleció el desarrollo del país sin incurrir en el aumento del gasto público.

Hoy por hoy la política del ajuste del gasto público no muestra señales de estar dando resultados inmediatos, más aún, no parece una política dirigida al crecimiento, sino al balanceo de las cuentas.

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