Las elecciones que se celebrarán hoy no solamente decidirán si Barack Obama o Mitt Romney será el próximo presidente de EE.UU., sino que también dará lugar a una completa renovación de la Cámara de Representantes (actualmente 242 republicanos de un total de 435) y un tercio del Senado (47 republicanos de un total de 100), lo que tendrá importantes implicaciones en el frente económico.
El nuevo gobierno deberá hacer frente a dos cuestiones con relativa urgencia:
1- En el plano interno, está la cuestión del denominado «fiscal cliff» o precipicio fiscal. Durante los últimos dos años, la creciente polarización Congreso de los EE.UU. ha jugado de forma bochornosa (recordemos el lamentable espectáculo del techo de gasto el pasado verano) con el tiempo sin abordar seriamente el problema de la sostenibilidad fiscal. En términos muy generales, los republicanos abogan por una disminución en el gasto social, mientras que los demócratas están a favor de aumentar los impuestos. Pasado el 6 de noviembre, nos encontraremos con un escenario de negociación en el que no solamente cuenta el resultado de la elección presidencial sino el peso relativo de demócratas y republicanos en las cámaras. No se puede descartar un bloqueo similar al vivido en el pasado, parece mucho esperar que los políticos nos regalen un acuerdo rápido y equilibrado.
2- En el ámbito internacional, las relaciones con China tomarán un mayor protagonismo. Mientras que Mitt Romney tiene la intención de llevar a cabo una confrontación con China en el ámbito de una posible «guerra de divisas» que desencadenaría la adopción de medidas proteccionistas en EE.UU., con el consiguiente riesgo de represalias por parte de China.
En todo caso, el medio plazo y si atendemos a las políticas anunciadas en campaña una victoria de Romney es especialmente beneficiosa las bolsas, mientras que la reelección de Obama debería reflejarse positivamente en el oro, el dólar y los bonos.
En cuanto a la valoración que pueda hacer el mercado, tampoco conviene sobrevalorar la cita electoral. Los mercados consideran las elecciones como un evento más en el que se descuenta y ya se incorpora una victoria de Obama. La sorpresa pasaría por la victoria de Romney, cuya intención de reducción de impuestos y aumento el gasto sería negativo para los bonos y para el dólar, al contrario que una reelección de Obama, que en principio cotizaría positivamente para el dólar. Todo ello en función del abordaje que tengan las dos cuestiones planteadas (fiscal cliff y relación con China).
Imagen: CC Grant Wickes