La semana pasada la Agencia Tributaria hizo públicos los datos de ventas de las grandes empresas de septiembre, que generan bastante más de la mitad del valor añadido de todas las actividades productivas y la inmensa mayoría de las exportaciones. Los datos han sido los peores desde septiembre de 2009, ya que sus ventas han sido casi un 10% menores que las del pasado año. Como era de esperar las ventas en el interior del país han sido aún peores (-11,6%), pero lo más preocupante es que las exportaciones, salvavidas para ellas desde 2009, también han caído a su peor tasa desde octubre de 2009. En los gráficos se puede ver cómo la demanda interna se recuperó con mucha debilidad después del inmenso desplome de 2008-2009 y fue el gran repunte de las exportaciones, que llegaron a aumentar a ritmos de más del 10%, lo que alivió de alguna forma la pésima situación de muchas de estas grandes empresas. Indirectamente este gráfico es reflejo de la diferencia tan grande entre la crisis española y la mundial. En estos momentos, en que Europa vuelve a entrar en recesión, podemos ver cómo las exportaciones vuelven a flaquear, agravando de esta forma la ya pésima crisis que vivimos.
¿Qué ha ocurrido con el empleo en estas grandes empresas? Lógicamente, y ante una debilidad tan grande de las ventas, éste ha caído, pero como viene siendo habitual desde que empezó la crisis, mucho menos que las ventas. En el gráfico podemos ver cómo esto es justo lo contrario de lo que ocurrió hasta 2007 y especialmente hasta 2005, en que las ventas aumentaban mucho más rápido que el empleo, traduciéndose por lo tanto en aumentos de la productividad (más producción por empleado).
Las razones de que haya ocurrido este desacople entre ventas y empleo son fundamentalmente dos. La primera es que desde las empresas de una forma sistemática y desde el principio de la crisis se ha pensado que ésta iba a ser de corta duración y que iba a volver “lo de antes”. Esto se ha visto reflejado en las encuestas de expectativas. En esta creencia era lógico que las empresas no quisieran deshacer equipos de trabajo. La segunda es que por las mismas razones y también por las dificultades financieras de muchas de ellas no podían o querían afrontar los costos de despido. La consecuencia más obvia, después de casi cinco años de crisis, es que la producción por empleado en estas grandes empresas ha caído casi un 16%. Tampoco se puede hablar de bajadas salariales que mejoren este dato, ya que la subida acumulada desde 2007 es exactamente la misma que el IPC, es decir, un 10%, aunque sí que se ve últimamente una moderación salarial (0,1% este año frente a un IPC acumulado del 2,1% entre enero y septiembre). No se entiende, pues, cómo podemos ver de cuando en cuando noticias de que la productividad en España ha evolucionado de forma muy positiva. Evidentemente la razón no puede ser una mejor evolución de las pequeñas empresas, pues los datos de ventas de éstas se comportan de forma sistemática peor que las de las grandes y tampoco hemos podido ver en ellas una mayor destrucción de empleo.
Estos datos lo que ponen de manifiesto es que la economía española no se está ajustando en absoluto en la dirección que propone el discurso oficial (bajar salarios para aumentar la productividad, exportar y salir de este modo de la crisis), sino que hasta ahora ha corrido en la dirección contraria. Ni siquiera este año, con la moderación salarial que se está viendo, el ajuste en costos laborales ha alcanzado a la bajada en las ventas. Todo indica que la opinión de los empresarios de que se está consiguiendo exportar más gracias a recortes en los márgenes responde a la realidad, y que además está llegando a su fin. En este sentido apunta también el hecho de que los precios de exportación hayan superado a los de importación por primera vez en septiembre. Este es evidentemente un camino de recorrido corto, por lo que tarde o temprano, si realmente el euro va a sobrevivir con España como miembro integrante, no habrá más remedio que afrontar un durísimo ajuste en la productividad que el grueso de la población española aún ni imagina. Cuesta imaginar cómo podrá hacerse esto sin provocar un estallido social incontrolable.