El exvicepresidente del Gobierno y expresidente de Bankia-BFA, Rodrigo Rato, hizo buenas las previsiones de los observadores que hace mes y medio adelantaron que, el otrora puntal del PP, cargaría contra el exgobernador del Banco de España Miguel Ángel Fernández Ordóñez y la vicepresidenta Elena Salgado (véase José Luis Rodríguez Zapatero) en su defensa de los desmanes que provocaron lo que va camino de convertirse en la mayor estafa al ahorro popular de la Historia de nuestro país.
Los delitos que se están dilucidando en el juicio al consejo de Bankia-BFA se realizaron de forma tan poco disimulada que será difícil que el exdirector gerente del FMI eluda las penas que finalmente pueda dictar el juez Fernando Andreu. Rato es el principal responsable del fiasco. Al menos, el más visible. Por eso, es lógico que en su defensa haya querido dejar patente que hubo un cerebro organizador ajeno a su persona, y más si se trata, como es el caso, de dos nombres como los de Fernández Ordóñez y Rodríguez Zapatero, denostados por la opinión pública.
Tras la anunciada crónica de la comparecencia de Rodrigo Rato, hoy un juguete roto políticamente hablando, los ciudadanos españoles tenemos algo más claras las veleidades que normalmente presiden las relaciones entre Gobierno y las grandes empresas españolas que, curiosamente, dependen todas para funcionar de una oportuna licencia administrativa. Hagan un recuento, sino, entre las 35 del Ibex, las más poderosas del país, y encuentren una firma puramente industrial en cuyo negocio no juegue un papel fundamental los visados del Gobierno.
Sin embargo, tras la declaración del último miembro del consejo de Bankia los españoles nos hemos quedado con ganas de saber más:
Sería importante que en su auto el juez Andreu aclare quién fue la persona que presionó a los directores de las oficinas para que colocasen, con nocturnidad y abuso de posición, las participaciones preferentes. ¿Quién fue el que ordenó que no se informase, como es de Ley, que esos títulos eran perpetuos? ¿Quién dio el visto bueno para que se ocultara que los pingües rendimientos de las preferentes no estaban garantizados como sucede con los depósitos bancarios, destino original de esos ahorros? Tuvo ser alguien muy alto en el organigrama del banco bicéfalo y con connivencia de los reguladores.
Sería igualmente de interés, para que vayan tomando nota los colocadores de las próximas salidas a Bolsa, conocer a la persona que autorizó que las acciones de Bankia se vendiesen a ahorradores que desconocían el activo tóxico que estaban comprando. ¿Cómo se puede tener el cuajo de colocar unos títulos que fueron dando tumbos por los despachos de los gestores más importantes del panorama mundial, sin que ninguno llegase a suscribirlas?
También es materia de reflexión el papel que jugó, en toda la orquestación de esta descomunal estafa que se está desmenuzando en el juzgado central de instrucción, la auditora Deloitte, cuyas instalaciones ardieron con el edificio Windsor de Madrid hace siete años. Todo indica que Rato ocultó a los consejeros las pegas que Deloitte estaba poniendo para aprobar las cuentas de 2011. La auditora asegura que había alertado un mes antes del desfase de valoración de esas cuentas. Sin embargo, resulta curioso que una firma de la talla de Deloitte lo hiciese con la boca chica.
Parece que lo hizo para cubrirse las espaldas ante un consejo en el que habría que preguntar quién fue el que eligió a unos consejeros que desconocían cómo funciona un banco y que han coincidido en afirmar que la palabra de Rato era para ellos motivo de absoluta garantía. ¿Quién fue el que aceptó que estos ineptos, bancariamente hablando, cobrasen unos sueldos que iban de los 200.000 a los 500.000 euros al año y se sentasen en un consejo de administración llamado a sentar la piedra angular del reflotamiento de las cajas de ahorro españolas?
Y por último, aunque habría más que preguntar, ¿quién fue, señor Rato, el que hizo esas cuentas con las que se realizó el folleto de salida a Bolsa de Bankia? Es fácil aceptar que el Gobierno, con el Banco de España y la CNMV detrás, fuesen cómplices, incluso instigadores, de la colocación a 3,75 euros de unas acciones que ahora valen siete céntimos. Pero en estos casos, no suele ser el contable el que hace la trampa. Siempre hay alguien que, como se dice en el argot del sector, mueve la coma del balance uno o dos dígitos a la derecha. Faltan muchos nombres por conocer en la trama de Bankia.
Y por si esto fuera poco ¿Sabías que Businessweek ha elegido a Rodrigo Rato como el quinto peor gestor de 2012?
Imagen : http://twitpic.com/bmjbmn