En primer lugar, para entender las diferencias que se han detectado en el quantum de las comisiones cobradas en los fondos de inversión pasiva y las correspondientes a los fondos cotizados, vamos a desarrollar el concepto de cada uno.
Un fondo de gestión pasiva está determinado por la estrategia de inversión que se sigue. En un fondo de gestión pasiva o gestión cuantitativa, el único objetivo de inversión que se persigue es el obtener una rentabilidad equivalente a la del índice o índices de referencia, en base a una selección de títulos que replique su evolución. Por lo tanto, la destreza del gestor para seleccionar las acciones o valores que posibiliten obtener la mayor rentabilidad nada tiene que ver, ya que los valores en los que se invierte se mantienen inalterados durante todo el plazo de la inversión. Se incluye, por tanto, en esta categoría a los fondos cuya finalidad es obtener, en un plazo determinado, bien una rentabilidad fija, bien una participación en la rentabilidad de un Índice.
Los fondos cotizados o ETF, siguen una estrategia bastante similar a la anterior, también replican en el comportamiento de un indicador bursátil, sin embargo, no deben mantenerse hasta el vencimiento sino que pueden comprarse o venderse durante la sesión del índice al que replican.
Por otra parte la comisión de gestión es aquella aplicada por la gestora en concepto de intermediación. Esta comisión se determina en función al patrimonio del fondo y/o sus resultados.
Teniendo estos conceptos en mente, sería lógico que por su similitud y por su calidad de gestión pasiva ambos tipos de inversión cobren comisiones similares. Sin embargo, ocurre precisamente lo contrario.
Los ETF, por su concepción original tienen unas comisiones de gestión muy reducidas. Sin embargo, los fondos de inversión, se aprovechan de su encuadre, para cobrar altísimas comisiones de gestión, aunque en realidad, no efectúan gestión verdadera alguna.
De hecho, la diferencia es tal, que los ETF cobran de media un gasto de gestión del 0,50%, mientras que los fondos de inversión de gestión pasiva elevan sus comisiones hasta el 1,45% anual calculado sobre el patrimonio. Esto no es nada más ni nada menos que el triple.
Estas elevadas comisiones que replican en el segundo grupo disminuyen significativamente la rentabilidad obtenida por los partícipes. Sin embargo, a la hora de elegir uno u otro instrumento de inversión, se debe tener en cuenta que esta abismal diferencia en las comisiones puede verse parcialmente compensada por la ventaja financiera que implica el diferimiento impositivo que se puede obtener con los fondos de inversión.
La legislación vigente permite efectuar traspasos entre fondos de inversión sin tener que tributar por las rentabilidades obtenidas en dicho momento sino recién al liquidar la participación en el fondo. Los ETF, no permiten este diferimiento ya que el inversor deberá tributar en el mismo momento en que efectúa la venta del instrumento, independientemente de que dicho dinero sea reinvertido en otro fondo cotizado. Este simple desplazamiento en el tiempo en el pago del tributo sobre los rendimientos obtenidos con la inversión tiene un “valor financiero”, no obstante, en el contexto actual con tipos de interés en mínimos históricos, no consideramos que sean suficientes para contrarrestar las mayores comisiones.