Las agencias calificadoras han ido tomando un protagonismo que años atrás no tenían, pero han elevado su importancia al momento de comenzar a tener ingerencia en todas las decisiones de inversión en el mercado financiero. Actualmente sus opiniones e informes, se han vuelto fundamentales para dirigir el capital especulativo hacia cierto rumbo.
De esta manera, Moody’s, Standard & Poors y Fitch deberán responder ante un tribunal español por la alteración del precio de la deuda pública y la utilización de forma ilegítima de información cualificada para beneficio propio algo prohibido de hecho y que juega en muchos casos a favor de los especuladores tan mal vistos en medio de una crisis de deuda como la actual. Al parecer muchos necesitamos justicia, buscar un culpable para tremenda crisis, o al menos que no siempre terminemos pagando los mismos.
Si bien no es nuevo, el papel que las calificadoras tuvieron en la crisis hoy día es más cuestionado que nunca por diferentes sectores y gobiernos. Ya que fueron las mismas las que primero calificaron al alza como consecuencia de sus servicios de asesoramiento, productos financieros basura, entre ellos hipotecas y activos tóxicos. Las calificaciones altas de este tipo de productos las han mantenido hasta el final, y como lógica no previeron el final, luego sobrevino la quiebra de Lehman Brothers que fue lo que terminó de dictaminando su baja calificación, no así las perspectivas de las agencias calificadoras.
Solapadas con el crecimiento de estos productos especulativos, han ido creciendo las agencias crediticias, las que en los años previos a la crisis lograron duplicar sus ingresos así como algunos grupos económicos.
Si en toda crisis hay sobrevivientes que se escapan de pagar parte de la culpa, un claro reflejo es lo sucedido en América Latina décadas anteriores, en dónde la crisis se llevó por delante muchas empresas, ahorros y sueños pero debido a su peso y otros aspectos no logró llevarse por delante a las agencias, estas lograron resurgir y tener la importancia que hoy tienen.
Estas, antes calificaban al alza productos tóxicos, mientras que ahora califican a la baja la solvencia de los países en crisis y en riesgo de impago, lo que termina forzándolos a tomar deuda de prestamistas especuladores y ansiosos cual buitres agazapados ante su futura víctima por beneficiarse con los altos intereses que les saldrá su “caritativa ayuda financiera”.
Aunque las agencias se esfuercen por aclarar a quien quiera oírlas que solo emiten opiniones, actualmente todos sabemos que se han convertido en el máximo índice a tomar en cuenta al tener que colocar deuda en los mercados. Mientras que, los inversores respetan las opiniones y notas de las calificadoras como si fueran desinteresadas y jamás fallaran. Es cuando nos surge la pregunta ¿por qué si se equivocaron tanto, les siguen creyendo? ¿Se han vuelto impunes? Además, ¿por qué no son iguales para todas las condiciones? ¿Por qué con la deuda externa más grande del mundo, Estados Unidos no obtiene la misma calificación que Grecia? Sin dudas que las respuestas saltan a la vista y los intereses que existen detrás son más altos que los que deben de pagar algunos países por recibir ayuda financiera.
Las conclusiones a las que arribó la Securities and Exchange Commission (SEC) tras llevar a cabo un análisis sobre el papel que tuvieron las calificadoras en la caída de las hipotecas fue que las agencias de calificación fallaron por mala praxis y por su insuficiente e inadecuado personal. Como es el caso del boom inmobiliario que tuvo inicio en 2002, las agencias de rating por ese entonces no habían contratado suficiente personal para llevar adelante la carga de trabajo extra que implicaba.
Tampoco, las agencias guardaron informes claros del por qué no respetaron las pautas y métodos de calificación usual para calificar con triple AAA títulos, cuanto menos, cuestionables. Así mismo luego que la agencia calificaba a un bono o CDO, no llevaban a cabo el correspondiente seguimiento posterior que debe hacerse para evaluar el rendimiento de dichos productos. Esto se debió a que no supieron gestionar de forma adecuada los conflictos de intereses que se darían.
Es decir si quien paga a las Agencias es el interesado en obtener una calificación triple A, ¿qué nota obtendrá el producto financiero en cuestión?
Para que el papel que hoy tienen las agencias de calificación y se redujera su importancia, debería de haber una fuerte presión de diferentes sectores que más allá de ser perjudicados con sus notas, también existen otros con intereses que nada cambie y replantear la forma en que las agencias obtienen sus ingresos. Ya que no es posible que los honorarios sean pagados por quienes emiten los títulos. Algo es seguro de ellas no saldrá la autocrítica ni el replanteo de su papel siendo una de las grandes ganadoras de los mercados y crisis pasadas, actuales y futuras.