En materia de productos financieros, como en la mayoría de los aspectos de la vida cotidiana, es más fácil optar por lo más cómodo que por aquello que significa esfuerzo. Sin embargo, cuando hablamos de nuestra economía, una decisión rápida, puede costarnos caro.
La mayoría de los usuarios se inclina por escoger un producto o servicio que no le insuma mucho tiempo el averiguar las condiciones, y menos, la formalización del mismo. Este es un grave error. Si bien a nadie le gusta perder tiempo buscando ofertas, que terminan por cansarnos, es la forma adecuada de encontrar el mejor producto, o el que más se acerca a esta condición.
Ahora tenemos Internet, y el correo electrónico para hacer las consultas desde casa y la oficina, o el móvil, y en caso de que todavía no nos adaptemos a las nuevas tecnologías, las sucursales de los bancos y las cajas siguen apostadas por todos lados.
A pesar de que todos no se han adecuado a estos tiempos, el problema de los usuarios radica en la escasa cultura de inversión que existe. Esto quiere decir que muchas veces dejan pasar una mejor oportunidad por el simple motivo de no investigar o movilizarse.