Razones para superar el pánico a ahorrar

En los tiempos que corren, y de esto no cabe duda, en la intención de todas las personas, y  de manera independiente a su realidad económica del momento, se encuentra el hecho de tratar de ahorrar, es decir, el ahorro sigue siendo un elemento valioso a criterio del usuario, al menos como perspectiva o como ideal.

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Y es a partir de este concepto general y según parece ideal para la gran mayoría de personas, donde acaban los puntos de acuerdo, ya que realmente, podemos tener clara como usuarios la importancia del ahorro, pero según los datos no tenemos tan claro el hecho de cómo realizar ese ahorro.

Datos son datos

Según los datos existentes sobre el ahorro familiar en nuestro país, y en este caso  no nos vamos a remitir a los demoledores datos insertados en un  estudio sobre el ahorro familiar europeo publicado a finales del pasado semestre, en el que la situación de los ahorradores en nuestro país, en el mejor de los casos podríamos denominarla como; de las peores del continente, sino tomando como referencia los datos de los años 2011 y 2012 sobre el destino del ahorro familiar en nuestro país, que ya por entonces había bajado de la frontera peligrosa del 8% de media.

Pues bien, a pesar de que la devaluación del precio de la vivienda es un hecho constante desde el año 2007, a pesar de que la evidente involución de las ganancias y rentabilidades del ladrillo es una parte fundamental de la crisis actual, a pesar de esto y de muchos más elementos añadidos, el 80%, o incluso un poco más, del ahorro familiar en nuestro país sigue colocado en el ladrillo.

No es cuestión de ahondar excesivamente en algo conocido; el concepto de ahorro y rendimiento en nuestro país tiene un profundo arraigo en su relación con el ladrillo, lo que ocurre, es que esta relación de arraigo, de sostenimiento, y, de esperar tiempos mejores, ha generado una devaluación brutal del valor del ahorro de las economías familiares en nuestro país.

El ahorro del miedo

Y a la par que se produce esta evaluación del valor del ahorro familiar, se produce otro hecho que no ayuda desde luego a mejorar la situación; el llamado ahorro del miedo.

Estamos hablando de la anteposición de la seguridad propia de los remanentes que la economía familiar pueda generar de manera  totalmente independiente a un uso racional o a una búsqueda de rentabilidad; vamos, lo que comúnmente denominamos como dinero bajo el colchón.

colchon

Esa peligrosa mezcla de ahorro devaluado colocando ladrillo, y ahorro del miedo colocado bajo el colchón, genera sin ningún tipo de duda una perspectiva más que difícil para ahorro familiar, y, un proceso a futuro ciertamente complejo.

 El cambio de la mentalidad ahorradora

Efectivamente esta situación insostenible, porque desde luego es de todo punto insostenible, sólo puede tener una solución que pasa por el cambio en los conceptos del ahorro, en un cambio de mentalidad ahorradora que, por supuesto, no va a ser sencillo, y habida cuenta del patrimonio inmobiliario que se encuentra en estado de inmovilización, en muchas ocasiones puede resultar traumático, pero que sin embargo a futuro es inevitable.

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Este cambio de mentalidad ahorradora pasa también necesariamente por abandonar la trinchera del ladrillo como refugio básico de la rentabilidad, lo cual no significa obviamente un abandono total, pero sí una apertura hacia otras posibilidades y posiciones, abandonando también el ahorro del miedo y buscando que el dinero comience a trabajar a través de herramientas como pueden ser los propios productos financieros de ahorro e inversión ( en los que, esto es cierto, tampoco es que el usuario medio deposite un exceso de confianza).

Todo esto, que obviamente resulta muy bonito sobre el papel, tiene una frontera que hay que traspasar y que, no tenemos duda, va a ser muy difícil; esa frontera que nos dice que el cambio en los modelos de ahorro, de inversión, y en general en las economías familiares, está estrechamente ligado con la evolución de la crisis y con su final futuro, en el que encontraremos un panorama diferente al que conocíamos antes del inicio de la citada crisis, y al que necesariamente tendremos que adaptarnos sin tener muy clara aún su configuración.

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