Desafortunadamente, la educación financiera no se incluye de manera determinante dentro de los planes de estudio de la mayoría de niños. Esto hace que, habitualmente, seamos los padres los encargados de transmitir nuestros conocimientos financieros. Y esto no es nada sencillo.
Hay que tener en cuenta, en primer lugar, que, salvo casos excepcionales, la cultura financiera con la que nos enfrentamos a la adolescencia y a la juventud es muy escasa. Tan escasa que desconocemos principios básicos como el uso de los puntos de financiación, los intereses, las comisiones, los costes financieros, etc.
Y, por supuesto, no se concede un gran interés a la cuestión clave en la educación financiera: el ahorro y la gestión del gasto.
Cómo empezar a educar en finanzas
Aunque no todos los especialistas se ponen de acuerdo al respecto en cuanto a la edad en la que comenzar a hacerlo, es prácticamente unánime la posición que defiende que entregar una asignación regular al niño es el principio de una buena educación financiera.
Da igual la cantidad, no se trata de ofrecer una subvención o un sueldo. De lo que se trata es de comenzar a establecer la relación entre el ingreso, el gasto y la ausencia de ingreso.
Y esto viene dado porque, habitualmente, el primer impulso al recibir dinero es del gasto, si los ingresos son regulares y no se accede a adelantos ni a entregas fuera de los plazos acordados, se está proporcionando una primera enseñanza financiera básica: no se puede gastar más de lo que se ingresa, y se debe administrar lo que se ha ingresado.
Si este primer paso se ha logrado, y no es fácil, se podría empezar con una segunda fase más compleja en la cual hay que comenzar a incentivar el ahorro y las buenas prácticas con[…]Leer noticia completa en la fuente original