El Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) es el impuesto indirectopor excelencia. Según la definición de la Agencia Tributaria grava las entregas de bienes y prestaciones de servicios efectuadas por empresarios y profesionales, las adquisiciones intracomunitarias y las importaciones de bienes“. Tiene carácter regresivo y recae sobre el consumidor final, no sobre las empresas. Sin embargo, las empresas tiene que pagar un peaje por el IVA que va más allá de lo purantemente económico. Y es que el Estado las utiliza como recaudadoras del impuesto.
El propio funcionamiento del IVA es el que coloca a las pymes como recaudadoras del impuesto. Echevarri lo explica a la perfección, pero de forma resumida la empresa ingresa y después paga a Hacienda la diferencia entre el IVA soportado y el IVA repecutido. En otras palabras, toda empresa tiene que pagar un IVA por los servicios y suministros que utiliza para su actividad e ingresa un IVA, que es el carga a sus clientes. Normalmente el segundo supera al primero y esa diferencia será lo que tenga que pagar a la AEAT en su declaración trimestral de IVA. Sin embargo, en realidad no está pagando a Hacienda, sino devolviendo un dinero, el del IVA, que nunca fue suyo, puesto que actúa como mero recaudador. De ahí que muchas de las quejas de autónomos y pymes por el IVA que deben pagar cada mes sean infundadas, ya que la administración no está quitándoles dinero, sino reclamando un impuesto que pagan los ciudadanos al Estado y que este les presta.
El problema radica en la concepción que muchos autónomos tiene de que el IVA es un dinero suyo que Hacienda les quita en forma de impuesto.