A estas alturas del año quien más quien menos, nos encontramos mirando de reojo las fechas que se aproximan y que de hecho vienen a suponer uno de los puntos altos del gasto doméstico durante el año; las Navidades.
En un contexto como el actual, en el que los datos más o menos positivos de la macroeconomía tienen poco o nada que ver con el día a día del consumo y gasto del ciudadano de a pie, resulta obvio que para el grueso de las economías familiares en nuestro país resulta necesario planificar de antemano esos períodos altos en lo que a gastos se refiere, contemplando todos los elementos posibles que ayuden a minimizar dicho gasto incluyendo por supuesto las tan traídas y llevadas marcas blancas.
A la hora de tratar de analizar el ahorro real que la marca blanca puede presentar en el conjunto de gastos de la economía doméstica obviamente se deben tener en cuenta muchísimos elementos, tantos como usuarios existen, ya que lógicamente el impacto directo va a devenir de la relación entre el volumen de compra de marca blanca y el volumen de compra general. Sin embargo sí podemos, simplemente desde el análisis de la evolución de este tipo de propuesta en los últimos años, tener en cuenta dos cuestiones que determinan realmente el panorama de la marca blanca como oferta comercial; por un lado la diferencia de precio entre la marca blanca (que ha aumentado ligeramente sus precios) y el producto de marca ( que ha ajustado a la baja de media sus precios) se ha convertido en menor, de media, que hace tan sólo cinco años, por otro lado es cierto que el espectro de productos susceptibles de presentar ofertas de marca blanca ha crecido de manera importante, saltando incluso de la cesta de la compra a otros segmentos como puede ser por ejemplo el textil, donde aunque es cierto que ya se encontraba presente, en la actualidad se multiplican las ofertas.
Se puede cuantificar el ahorro en una compra de un producto de marca blanca dentro de una horquilla amplia, que va desde el 20% hasta el 30%, pero que ha ido decreciendo en estos últimos años acercándose más a la primera cifra que a la segunda.
Sin embargo, este dato de ahorro suele ser malinterpretado ya que para obtener un porcentaje de esas características en el conjunto de la cesta de la compra, obviamente, el total de los productos adquiridos debiera corresponderse con marca blanca, algo que no se da con tanta frecuencia como parece.
¿Se sigue apostando por las marcas?
Obviamente si aunque con matives. Es complejo establecer un modelo de comportamiento medio sobre la adquisición de marca blanca frente a marca convencional, sin embargo si se puede establecer el hecho de los diferentes niveles de aceptación de marca blanca, es decir, las fronteras en las cuales los usuarios deciden traspasar o no en la compra de marcas blancas en relación a los productos.
En la escala básica de ese criterio por niveles se encuentran productos de limpieza y consumibles de hogar, seguidos por los productos no perecederos o de consumo masivo constante, existiendo una barrera muy importante tanto en los productos frescos como en cuestiones relativas a productos de higiene personal.
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