- Muchos estadounidenses no disponen de los servicios financieros básicos.
- En Francia y España también empiezan a cobrar si no se cumple un saldo mínimo.
- Una tarjeta de débito o crédito puede resultar muy cara para aquellos que no hagan un uso suficiente de la misma.
La vida es cada vez más cara para los que tienen menos, y los bancos tienen mucho que ver en ello desde que estalló la crisis financiera mundial. La banca ha empezado a discriminar sus clientes. Ya no interesa el volumen. Con las nuevas exigencias de capital y recortes que les obligan a realizar, los bancos se están volviendo más selectivos con los clientes. Pensionistas, estudiantes, desempleados sin prestación… ya no son perfiles interesantes para los agentes de banca, a no ser que parte de su liquidez se vaya en comisiones. En España, ya se cobran penalizaciones por no alcanzar un saldo mínimo. Fuera de nuestras fronteras, a veces, ni siquiera eso.
En Estados Unidos es una realidad: muchos estadounidenses están sub-bancarizados. Es decir: no puedan disponer de servicios financieros tan básicos como una cuenta corriente, con el consiguiente coste para sus bolsillos de más de 280 euros anuales, coste que debe afrontar su ya de por sí limitada economía, respecto a las personas que sí pueden disponer de ellas, es decir, los que sí disponen de recursos suficientes.
Es la conclusión que se desprende de los datos aportados por el Federal Deposit Insurance Corporation de EE.UU, y es que los hogares con ingresos anuales inferiores a 15.000 dólares al año (11.210 euros), tienen escasas posibilidades de acceder a una cuenta corriente, lo que provoca que el 28% de los estadounidenses no dispongan de ella, y el 22%, no disponga de los servicios mínimos que ofrecen los bancos.
Los más afectados, desempleados, personas sin estudios, menores de 25 años, así como afroamericanos e hispanos, que además de sus circunstancias económicas se ven abocados a pagar más por sus transacciones y movimientos monetarios.
Y esto es así, tanto que estas personas para poder abonar sus facturas deben pagar algo más de 30 euros anuales frente a la gratuita domiciliación bancaria del resto, así como cobrar su jornal a través de cheque, con el consiguiente pago de comisiones para poder cambiarlo, y que decir tiene, de no poderse sumar al carro de las compras online, comercio globalizado y demás ventajas que las nuevas tecnologías deberían brindar a toda la población.
Las causa principal, es que muchas instituciones bancarias no ofrecen productos a ciudadanos americanos con recursos limitados, en concreto, una de cada nueve familias están vetadas de hacerlo, o les cobran comisiones abusivas a cambio de mantener su cuenta corriente.
En España y en Francia también ocurre
En España también hay muchas personas que no pueden abrir una cuenta corriente en una entidad bancaria, bien por no disponer o mantener el saldo mínimo en cuenta que se les exige, el cual puede oscilar ente los 1.000 y los 2.000 euros o bien, por no tener un mínimo ingreso mensual. En el mejor de los casos, sí podrán abrirla, pero verán como su dinero es mermado por comisiones que pueden llegar incluso a los tres euros mensuales si no cumplen los requisitos mínimos anteriores.
En Francia, hace ya dos años que los jubilados y otras personas con rentas bajas han empezado a recibir cartas del banco en el que les aplican comisiones o, sencillamente, les comunican que no les renuevan la cuenta corriente por saldo insuficiente. Finalmente, el Gobierno tuvo que establecer un «pack de serguridad» para los servicios bancarios. De esta forma, se evitaba que los clientes más débiles financieramente hablando no fueran los que pagan más comisiones (descubiertos no autorizados, por ejemplo).
A esta circunstancia hay que sumar la carencia de muchas personas de una educación financiera y la falta de transparencia bancaria a la hora de explicar sus prácticas y funcionamiento. Por citar un ejemplo, muchos no saben que una tarjeta de débito o crédito puede resultar muy cara para aquellos que no hagan un uso suficiente de la misma a lo largo del año, ni conocen bien, lo que su banco hace con su dinero. Sólo hay que echar un vistazo a lo ocurrido con los afectados por las preferentes o con las hipotecas de clausulas abusivas que les ahogan mes a mes.
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