Hace apenas 48 horas, el ministro de Fomento, José Blanco, ha propuesto subir los impuestos para equiparar a España con el resto de Europa. En su opinión, nuestra carga fiscal es inferior a la media y, por tanto, debe elevarse para estar en igualdad de condiciones con nuestros vecinos y, así, poder financiar las infraestructuras que su Ministerio se ha visto obligado a frenar.
Al margen del debate sobre las diferencias salarias y de cobertura social que también existen entre España y las principales potencias del Viejo Continente, y de cómo debería buscarse por ese lado la equiparación con Europa si se igualan los impuestos, las palabras de Blanco pueden volverse en su contra por otros muchos motivos.
El primero, porque podría obligar al Gobierno a enfrentarse con la clase empresarial y con las rentas más altas (a partir de 100.000 euros anuales), dos colectivos que, hasta ahora, ha evitado tocar. El segundo, porque tendría que afrontar medidas tan impopulares somo subir todavía más el IVA o el recibo de la luz.
Aunque es cierto que la presión fiscal en España es inferior a la media -un 33,1%, frente al 33,9% de la media de los 27-, la clase media nacional soporta mayores cargas que sus comparables del Viejo Continente. Al menos, en lo que se refiere al tipo máximo del IRPF, que en nuestro país se sitúa en el 43%, frente el 37,5% de media de la Europa de los 27.
Pero, además, según datos de la OCDE, en España este tipo máximo se aplica para rentas de 76.545 dólares (60.000 euros), frente a los 98.585 dólares (77.259 euros) que debe ganar un italiano para ser gravado con su tipo máximo (44,9%), los 100.990 dólares (79.150 euros) de un francés o los 296.869 dólares (232.650 euros) de un alemán, aunque en estos dos últimos casos su IRPF máximo asciende al 47%.
Incluso la vecina Portugal, donde el tipo máximo es un 42%, se requiere ganar 107.160 dólares (83.980 euros) para formar parte del tramo más alto del IRPF. El único país comparable a España donde la clase media se encuentra en circunstancias similares es Reino Unido, donde se hace frente a un 40% a partir de los 66.324 dólares (42.520 libras o 52.000 euros). En Estados Unidos, se requiere ganar 382.300 dólares (299.600 euros) para tributar por un 41,9%.
Dicho de otro modo, los pocos países que cuentan con un tipo de IRPF similar o superior al español, lo aplican a rentas de 80.000 euros en adelante. Por tanto, equipararse con Europa supondría crear un nuevo tramo para estas rentas más elevadas, una medida defendida por la bases del PSOE, pero que el Ejecutivo todavía no ha aclarado si llevará a cabo y si lo hará sólo con carácter temporal.
Otro impuesto donde nuestro país difiere de la media europea es Sociedades. Aunque en teoría éste se grava con un 30%, el efectivo neto apenas llega al 18%, según datos de la OCDE, frente al 36,1% de Reino Unido, el 20% de Portugal, el 32,7% de Francia, o el 36,6% de Italia. En consecuencia, equiparase con Europa exigiría subir los impuestos efectivos a las compañías, justo cuando éstas están exigiendo rebajar las cargas.
Frente a este ataque a la clase alta, hay otros dos tributos que el Ejecutivo debería modificar si quiere situarse en la media europea y que golpean especialmente a las clases más bajas: el recibo de la luz y el IVA.
A pesar de la reciente subida de este segundo tipo (del 16% al 18% en el tipo general y del 7% al 8% en el reducido), sigue por debajo de la media del 19,5% del Viejo Continente. El problema es que, según los expertos, una medida de este tipo golpearía todavía más al consumo y, por ende, a la empresas y a la recuperación de la economía.
Por lo que se refiere a los impuestos de la electricidad, según Eurostat, en España se ingresan 149 euros por cada tonelada de petróleo equivalente (el ratio de medición que se aplica para realizar este cálculo), frente a los 193 euros que, de media, terminan en las arcas de los 27. Por tanto, para equipararnos a Europa, habría que subir un 30% el recibo de la luz.
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