No parece solamente razonable sino incluso recomendable la búsqueda de refugio ante el el riesgo de que, ante las elevadas expectativas creadas sobre la actual gestión de la crisis de la Eurozona, el mercado se vea arrastrado nuevamente a la baja por la decepción que supondría posponer o descafeinar las acciones prometidas, fundamentalmente, por parte de Mario Draghi.
De hecho, si el mes de agosto ha sido relativamente tranquilo en comparación con las turbulencias que sacudieron a los mercados durante los meses de mayo a julio, dicha tregua se debe esencialmente a dos promesas: la promesa hecha por los líderes europeos para recapitalizar los bancos españoles y, sobre todo, la promesa del BCE a volver a intervenir, si es necesario, mediante una acción concertada por parte del BCE y el FEEF en los mercados de deuda. Un muro de contención que se ha demostrado eficaz pero que se puede desmoronar rápidamente si los planes anunciados se cancelan, distorsionan o posponen por mucho tiempo. Un tiempo por otra parte necesario para gestionar la necesaria cobertura política y técnica que den viabilidad a la intervención, motivo por el que actualmente el plan de Draghi sufre de una falta considerable de detalles que alimentan adicionalmente todo tipo de especulaciones, rumores y desmentidos, como la fecha de aplicación, la cantidad y la duración de la intervención o la exposición del BCE al riesgo de crédito. Lo que si parece claro son los tres principios sobre los que se asienta la posible intervención por parte del BCE:
– No puede contemplarse la acción coordinada entre el BCE y el EFSF sin la fijación de unas estrictas condiciones vinculadas a la ayuda. El objetivo es evitar una repetición de la intervención fallida de agosto de 2011, que se realizó sin que Italia y España comprometieran nada a cambio.
– Le corresponde a los gobiernos en apuros tomar la inciativa. El BCE no va a comprar la deuda de un país que no haya solicitado de manera previa y formal la intervención del FEEF.
– Aunque la intervención del BCE no debe infringir su mandato (independencia y no monetización de los déficits), dicho mandato se interpreta, con la excepción del representante del Bundesbank, de una manera pragmática por todos los miembros del Consejo del BCE.
Por lo tanto, no hay ninguna duda de que la puesta en marcha de los mecanismos que permitan la ejecución de dichas promesas de ayuda dependen fundamentalmente de que el Gobierno de Rajoy no retrase o deforme, como ya sucedió al demorar la solicitud de ayuda para la banca, la solicitud formal de intervención por parte del FEEF y el reconocimiento de las implicaciones que ello representará para el contribuyente (y votante) español.
Pero suponiendo incluso que, gracias a un repentino arrebato de responsabilidad política unido a una mejor cooperación entre los gobiernos y el BCE se logre garantizar la estabilidad financiera de la Eurozona, la economía real seguirá enfrentándose a una situación realmente complicada, no existiendo en la actualidad ningún indicador que apunte a una pronta recuperación y mejoría de unas cifras de desempleo que han aumentado de forma constante durante los últimos 18 meses. Lo mejor que podemos esperar, siendo muy optimistas, es que estemos ahora viviendo la fase más aguda de esta nueva recesión y que veamos una recuperación en algún momento de 2013. Lamentablemente el escenario más razonable nos lleva a pensar que la Eurozona tendrá un crecimiento cero en 2013. En un contexto por lo tanto de recesión, desempleo al alza y una demanda interna débil, la inflación ha dejado de ser el foco de atención de bancos centrales e inversores, siendo la baja actividad económica el riesgo dominante. Es más, el reciente repunte de la inflación debe ser tomado como temporal e importada, como consecuencia del encarecimiento de los precios de las materias primas, principalmente el crudo, y de la depreciación del euro (aproximadamente un 15% en el último año). A esto habría que añadir los impuestos relacionados con la inflación, es decir, la subida del IVA. De modo que si descontamos un alto grado de inercia de la inflación en el corto plazo podemos esperar una desaceleración hacia fines de año que continúe en 2013, de modo que la inflación ya no constituirá un obstáculo para que el BCE lleve a cabo una relajación de la política monetaria en la Eurozona, cuyo primer movimiento veremos, previsiblemente con un recorte de tipos en la reunión del 6 de septiembre.