La escalada del precio del oro ha convertido la compraventa de este metal en un negocio muy rentable. El número de locales en el centro de la capital se ha multiplicado por cinco en dos años y se han creado muchos puestos de trabajo. Sin embargo, los comercios tradiciones se quejan de la caída de sus beneficios, y las joyerías, de tener que reinventarse.
Los carteles amarillos de ‘compro oro’ han invadido el corazón de la capital. Desde hace un par de años, comercios tan famosos como el Corte Inglés o Fnac comparten su día a día con unos negocios basados en la compraventa del metal precioso por excelencia. Locales a pie de calle y primeros pisos de los edificios más céntricos han decorado la escena madrileña con sus precios y ofertas, y han utilizado la burbuja del oro como una forma de hacer dinero.
Esta oportunidad de negocio, que ya surgió con el estallido de la crisis, ha encontrado en la subida del precio del oro su mejor aliado. Prueba de ello es que el número de establecimientos se ha multiplicado por cinco en los últimos dos años, según comentan los comerciantes de la zona. Además, se han creado numerosos puestos de empleo, porque cada establecimiento cuenta, al menos, con un ‘hombre cartel’.
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