En el entorno de las pequeñas y medianas empresas, últimamente se contabilizan menos inversiones en tecnología y se destaca la poca presencia de personal cualificado. La crisis económica, ciertamente ha hecho mella en sus presupuestos y ha dejado bajo mínimos su capacidad de innovación. Si a esto le sumamos la falta de capacitación tecnológica que afecta especialmente a las microempresas, lo cierto es que se dibuja un panorama algo desolador.
No obstante, este tipo de organizaciones, acostumbradas a operar en condiciones impropias del tiempo en el que vivimos, han mostrado desde siempre, una gran capacidad para superar grandes retos y abordar proyectos ambiciosos a fuerza de tesón, de tiempo y de mucho, mucho, mucho, esfuerzo. La formación debería ser un foco de atención relevante para superar estas carencias. Eso, por un lado. Y, por otro, hay que defender la adecuación de las soluciones tecnológicas a las verdaderas necesidades de cada sector y la disponibilidad de apoyo financiero para poder acometer dichas inversiones en formación y adopción tecnológica.
¿Quién le pone el cascabel al gato?
Para avanzar, alguien tiene que dar el primer paso. La historia está plagada de referencias a visionarios que “se atrevieron a atreverse”. Criticados primero, y alabados, después, muchos de ellos contribuyeron a impulsar grandes cambios. Desde el punto de vista de la tecnología aplicada a la pyme, hay algunos aspectos que creo que son estratégicos para conseguir que una y otra, es decir, tecnología y pyme, sean capaces de complementarse e incluso de integrarse.
A mi modo de entender hay cuatro “mantras” que deben tenerse siempre en cuenta:
- Tecnología justa, ni más ni menos. A veces las empresas se lo tendrán que quitar de otro sitio, pero me atrevería a decir, que la tecnología es imprescindible hoy en día para el desempeño de cualquier actividad empresarial. El secreto está en planificar y dosificar. No siempre lo más grande o lo más caro es lo mejor. Las pymes deben adaptar la tecnología que hay disponible en el mercado, a sus necesidades y nunca dejar que sea la tecnología la que marque sus ritmos de movimiento. Pero eso sí, ni ordenadores a pedales, ni móviles enchufados a la red ni empresas sin página web.
- Dejarse asesorar. Un empresario de éxito no debe ser visto como el típico hombre orquesta, que toca muchos instrumentos y todos, medio bien o medio mal. Un empresario de éxito será aquel que sepa rodearse de aquellos colaboradores capaces de aportar conocimiento en aquellas áreas a las que él no llega. En tecnología sucede lo mismo. Existen muchos proveedores capaces de ponerse en la piel de este tipo de empresas y adaptar la tecnología a las necesidades reales de las mismas.
- Formación siempre. Nunca se deja de aprender y esta máxima funciona a todos los niveles de la vida. Desde el punto de vista empresarial, no podía ser diferente. En este sentido, los empresarios deben valorar –y creo que así lo hacen- a aquellos proveedores que vuelcan gran parte de sus esfuerzos económicos y humanos, en desarrollar planes de formación, tanto para sus empleados, como para sus usuarios, con el fin de que los primeros sean capaces de ofrecer siempre la mejor solución y de que los segundos, estén preparados para obtener el máximo rendimiento al potencial que encierra la tecnología que utilizan.
- Vivir sin miedo, libera. Si las empresas pierden el miedo a equivocarse, serán libres para experimentar y con ello, para descubrir nuevos caminos, nuevas fórmulas de desarrollo, nuevas estrategias de crecimiento. Eso sí, la experimentación debe fundamentarse en información consistente que permita establecer unas hojas de ruta y modificar determinados criterios en función de los resultados que se vayan obteniendo. Es así, como se recorre el camino al éxito.
Artículo de Isabel Pomar, directora comercial de DATISA