La industria de los medios de pago ha crecido tanto en los últimos años que ya prácticamente no es necesario llevar dinero en efectivo en los bolsillos. La infinidad de tipos de tarjetas de crédito, débito, monedero… permite cubrir buena parte de los gastos a los que haya que hacer frente. Sin embargo, ¿es realmente lo mejor para controlar nuestras finanzas personales? La respuesta es clara, las tarjetas. ¿Y para reducir el gasto? La solución también es cristalina: dinero en metálico.
Muchos se preguntarán cómo es posible que lo que me permite controlar mejor mis finanzas sea también una mayor fuente de gastos y viceversa. La cuestión es que es en cada caso se atiende a criterios diferentes. Es decir, en el primero se trata de llevar un control exhaustivo de los gastos y en el segundo de gastar menos. Para ilustrarlo lo mejor es observar las ventajas y desventajas del dineroen efectivo frente al de plástico.
El dinero en efectivo es la fórmula más común de hacer frente a los gastos cotidianos. Para que su uso sea rentable es necesario ser una persona ordenada y sobre todo disciplinada. Así, cuando se haya gastado el capital disponible por ejemplo para las rebajas, no hay que acudir al cajero para sacar más dinero, sino dejar de comprar. Esta es la mejor forma de convertir al dinero en metálico en el aliado del ahorro.
Por otra parte, también es cierto como comenta por ejemplo elConsultor Anónimo en su blog que el dinero en efectivo se puede convertir en un pozo sin fondo que hace imposible llevar un registro exacto de los gastos.
Mientras, el dinero de plástico es un medio de pago más cómodo pero a la vez más peligrosos para controlar la cantidad que se gasta. Al final el límite lo establece ya no el dinero en metálico que una persona lleve encina sino la capacidad de su cuenta corriente. Es decir, gracias a las tarjetas podemos gastar más de lo que muchas veces queremos. El mejor ejemplo vuelven a ser las rebajas donde el precio de los artículos hace que muchas personas salgan de la tienda habiendo comprado algo algo que no pensaban adquirir y lo que es peor, que muchas veces ni necesitan.
Hay que tener especial cuidado con las tarjetas de crédito, que además de permitirnos gastar por encima de nuestras posibilidades del propietario, imponen después unos altos tipos de interés para devolver el dinero. Por el contrario, las tarjetas nos permiten llevar un riguroso control de lo que gastamos, ya que todos los meses recibiremos en casa un extracto detallando todos los movimientos.
Al final, la mejor fórmula de pago dependerá sobre todo de la disciplina de cada persona, ya que por lo general se suele utilizar tanto dinero en efectivo como tarjetas para el pago. En teoría, lo más recomendable es pagar con tarjeta las compras superiores a 20-30 euros y utilizar dinero en efectivo para el resto, tratando de guardar siempre el ticket de compra. En cualquier caso lo importante es auto imponerse de antemano un límite al gasto, especialmente si se utiliza efectivo, y una vez superado huír de la tentación de la tarjeta.