La directiva de solvencia bancaria enfrenta a España y a la Comisión Europea

La Comisión Europea amenazó ayer a seis países con denunciarles ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea por no haber implementado la tercera directiva sobre los requisitos de capital, la DRC III, que intentaba aumentar la solvencia de los bancos y evitar los incentivos salariales indexados al riesgo.

Los países amenazados han sido España, Grecia, Italia, Polonia, Porgual y Eslovenia. Sin embargo, el Gobierno español se ha apresurado a emitir una nota de prensa, a través del Ministerio de Economía, en la que defiende que la DRC III ya ha sido introducida en el ordenamiento jurídico español, a través de la Ley 2/2011 de economía sostenible, además de recalcar que la directiva europea fue impulsada y respaldada por el Gobierno español.

La DRC III intentaba atajar una de las principales causas de la burbuja financiera que ha provocado la actual crisis económica, como es la indexación de los incentivos salariales sobre la asunción de riesgos, lo que llevó a la toma de decisiones muy poco responsables por parte de los ejecutivos de las entidades financieras, en pos de la consecución de sus incentivos.

Por tanto, se trata de una directiva más que interesante y que debería de ser bienvenida en todos los países. Ahora bien, parece que o España no ha sabido comunicar su implementación de manera adecuada a la Comisión Europea, o esta integración legislativa en nuestro ordenamiento no se ha realizado de la manera correcta.

En cualquier caso, no se trata de una denuncia, sino de una amenaza de denuncia, que quedará en nada si la Comisión Europea comprueba, efectivamente, que España sí ha procedido a integrar la directiva europea a su ordenamiento jurídico.

Nos encontramos de nuevo, eso sí, con un ejemplo de falta de integración entre los países miembros de la Unión Europea, una falta de integración que se está agravando durante la crisis económica, cuando cada uno está mirando hacia sus propios intereses, dando la espalda a la Unión Europea, sin percatarse, paradójicamente de que la integración es, precisamente, la solución a la crisis.

 

 

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.