Hace unos días hemos conocido el informe de Transparencia Internacional sobre la corrupción en el mundo, que sitúa a España en el puesto 30, al mismo nivel que, por ejemplo, Botswana. Destaca la organización que España se ha mantenido en el mismo nivel que el año pasado. Sin embargo, este documento es una mera percepción, ya que en realidad sí que se ha incrementado el número de corruptos en nuestro país.
Debemos tener en cuenta que, a la hora de elaborar este ránking, no se tiene en cuenta un dato importante: el PIB de España ha caído en el último año, el paro ha crecido, la actividad empresarial cada vez es menor y la Administración intenta mantener el tipo como puede. De ahí se puede deducir que, aunque exista sensación de mantenimiento, la realidad es justo la contraria. La corrupción en España ha aumentado. Prueba de ello es, también, el último dato que ha publicado la Fiscalía General del Estado en su Memoria Anual. Según sus datos el número de delitos por corrupción y tráfico de influencias ha subido cerca del 70%, en parte por la mejora de los procesos de la institución.
Todos estos datos vienen a reflejar los números del último Eurobarómetro, en el que se apunta a que la mayor parte de los europeos cree que la corrupción es un problema fundamental de su país. Sin embargo, se resignan a solventarlo, ya que el 70% considera que es algo inevitable, que siempre ha existido y, en buena medida, que forma parte de la cultura empresarial y política de su país.
Pero es que esta “cultura” de la corrupción y el nepotismo tan instalada en España, no es algo de lo que estar orgullosos. Todo lo contrario. Miren ustedes el informe de Transparencia Internacional en la parte alta de la tabla: Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelanda, Suecia están en los primeros puestos. Todos ellos –menos uno- son países que tradicionalmente ponemos como ejemplo de Estado del Bienestar europeo, y que en estos momentos tienen una situación económica bastante mejor que la española.
Además cabría reflexionar el daño a la tan traída “Marca España”. ¿Si usted tuviera una empresa invertiría en un país donde la corrupción esté a la orden del día? La respuesta parece obvia: no. Así que más motivos para tomar medidas contra esta lacra social que, además, pone de relieve un problema que –a mi juicio- es todavía mayor, el verdadero problema de España: la crisis de valores de la sociedad. Y eso es algo que no se soluciona con una Ley de Transparencia –que ha quedado en el olvido- ni con mayores actuaciones judiciales.
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