Todos los estudios que se han hecho sobre regiones europeas, en general, han puesto siempre al País Vasco y a Cataluña a la altura de los mejores y más eficientes territorios en términos económicos. Cataluña como potencia exportadora (la tercera parte del comercio exterior español es catalán) y el País Vasco por la fortaleza industrial (máquina herramienta y componentes de automoción sobre todo) y el desarrollo tecnológico. En el caso vasco, hay estudios que lo equiparan incluso a la potencia de la poderosa región alemana de Baviera.
Y tenemos que en estas dos regiones, el sentimiento nacionalista se ha desarrollado de forma intensa en los últimos años y no parece que vaya a menos. Cabría pensar aquello de que una separación de ambas regiones del conjunto nacional español podría ser un varapalo a medio y largo plazo muy importante para la economía, pero sería una visión muy simplista de la realidad. Hoy son mucho mayores los lazos económicos y sociales que unen a vascos y catalanes al conjunto nacional, que los que les separan.
Hay que reconocer que la soberanía fiscal vasca del Concierto Económico es un paso adelante muy importante en su autonomía y estaría más cerca de poder adaptarse a un entorno europeo competitivo. Pero el sistema común catalán (una vez rechazado el pacto fiscal) todavía aferra a su comunidad a un entramado financiero estatal sin el cual su encaje en la estructura europea de la UE deja todavía mucho que desear. Deuda, déficit, inflación, paro, etc… son datos macroeconómicos básicos que Cataluña tardaría mucho en superar para ser socio europeo con todas las de la ley.
En ese doble escenario, es revelador ver como los líderes nacionalistas moderados de ambas regiones evitan hablar directamente de independencia y prefieren hablar veladamente de autodeterminación y de un nuevo Estado europeo. La pregunta que Artur Mas tiene in mente si le dejan hacer un referéndum es saber si los catalanes quieren tener un nuevo socio de la UE, mientras que el discurso triunfal de Urkullu tras los comicios vascos se dirigían más a Europa que a la independencia vasca.
Es evidente que en ese contexto no hay demasiada intranquilidad en las filas del PP por los vítores independentistas de unos y otros. La ley, el contexto europeo y la economía (en crisis) están a favor del Estado español. Ni vascos ni catalanes van a entrar en Europa por encima de España, sino de acuerdo con ella y con el resto de socios europeos, algo muy difícil, largo y complicado de hacer todavía.
Pero no hay que desdeñar los cientos de miles de vascos y catalanes que, cuando menos, quieren un poco más de autonomía, más de lo suyo, de lo que producen para sí mismos y con su esfuerzo, y menos de reparto para todos los españoles bajo la solidaridad que marca el sistema constitucional de que todos pagan según su riqueza y reciben según sus necesidades. Sobre todo si no sabemos bien donde poner la línea roja en el nivel de riqueza (bienestar) y en las necesidades.