Ajuste, ajuste y más ajuste. Esto es lo que nos taladra la cabeza en estos dias. La precaria situación financiera del país obliga al Gobierno a conseguir dinero de donde sea, y a cualquier costo, incluso atentando contra la recuperación económica e hipotecando el futuro del país durante varios años más.
Pero esa palabra temida, «Ajuste», ¿que significa? Circunscribiendo su significado a su faceta política-financiera, un ajuste, ya sea en nuestra economía familiar, en la economía de la empresa o en la mismísima economía del país, nace cuando, simplemente, no nos alcanza el dinero. Podemos postergar el ajuste tomando un crédito, pero tarde o temprano tendremos que adecuar nuestro modo de vida a lo que tenemos, sea mucho o poco. Y en estos días, es bastante poco.
El ajuste no es otra cosa que gastar menos. Sin embargo, un país está conformado por sus habitantes, y si el Gobierno de un país decreta un ajuste, no le quepa la menor duda que ese ajuste lo pagarán los ciudadanos de ese país. Grecia e Italia son un buen ejemplo: el ajuste fiscal es tan fuerte que ya ha sufrido varias huelgas generales y la caída de sus Gobiernos.
Las medidas de ajuste -o las podemos llamar de manera más elegante: medidas de reducción del déficit– son muy variadas, pero las más utilizadas son:
- reducción o congelamiento de sueldos de los empleados estatales
- reducción de la inversión en obra pública
- reducción del gasto administrativo de las reparticiones del Estado
- subidas de impuestos al consumo
- recorte de plantilla del Estado
- congelación de las pensiones estatales
¿Este listado le recuerda a algo? Esto nos trae a la mente que todo ya está inventado, y que siempre, los platos rotos los paga la población. Y en general, estas medidas de ajuste solo hunden más la microeconomía de un país, que es la que vivimos los ciudadanos, y que está conformada por variables como empleo, inflación, producción y nivel de ingreso per cápita.
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