El moderno Banco Central de Alemania, el Deutsche Bundesbank, nació en 1957. Es bien sabido que en su formación previa no tuvo un camino fácil precisamente. El débil embrión prusiano que en 1875 comenzó a desarrollarse en la fértil barriga alemana sufrió problemas realmente severos mediada su gestación, momento en el que experimentó una de las más graves dolencias monetarias existentes, padeciéndola además en su forma más aguda. Los primeros años de la década de 1920 en Alemania se convirtieron en el ejemplo histórico más destacado de hiperinflación existente. Como consecuencia de este trastorno intrauterino, el Deutsche Bundesbank vio la luz con un sesgo incuestionable en su psicología, se diría incluso que en su genética: la alergia en grado máximo a los precios incontrolados.
Desde su infancia a su primera madurez, el Deutsche Bundesbank demostró sobradamente su firmeza. Cobró fama como el paladín de la Política Monetaria más severa, los tipos altos y los agregados monetarios controlados. Cuando hace una década el banco alemán fagocitó a sus colegas europeos, convirtiéndose en el BCE, su gen dominante fue reflejado negro sobre blanco en los estatutos de la nueva institución: “el objetivo primordial del BCE será mantener la estabilidad de precios”
El IPC español alcanzó en enero un crecimiento del 3,3%, afectado no solamente por el aumento de los precios del petróleo, sino también por nuestros propios pecados inflacionistas, especialmente los de la tarifa eléctrica y el tabaco. Dado que la media de la UE, y el dato en Alemania y Francia, respetan de momento el techo del 2% deseable, podemos afirmar que España tiene un primer problema a destacar.
Por otra parte, el PIB español no creció en el año 2010, incluso experimentó una pequeña contracción del 0,1%. Alemania, por el contrario, produjo un 3,6% más que el año anterior. La media europea se situó en el 1,7%. Parece que para disfrutar de un crecimiento similar a esta media deberemos esperar al 2012 o 2013, así que no es muy atrevido apuntar que, por el lado del crecimiento económico, nuestro país tiene un segundo y grave problema.
A la unión del problema 1 y el problema 2 se le suele llamar estanflación y es también una de las dolencias económicas más graves que han existido, si bien en este caso cabría calificarla como “pequeña estanflación” Especialmente pequeña y breve si las previsiones aciertan y el IPC se modera a partir de mitad de año.
Pero imaginemos por un momento una todavía mayor influencia inflacionista de las revueltas árabes y una lógica reacción ortodoxa del BCE (aunque no sea Weber quien la lidere, otro lo hará de forma parecida) ¿Podrá el gen alemán compensar las presiones sobre los precios sobrevenidas por la recuperación económica y agrandadas por la crisis geopolítica en los países islámicos? Y, lo que es todavía más importante para nuestro país, ¿se activará el gen alemán demasiado pronto y/o con demasiado rigor para una economía española cuyo PIB transita con varios trimestres de retraso en su horizonte de recuperación?
Esperemos entonces hasta junio. Veremos entonces, ¡ojalá!, si nuestra estanflación sigue siendo pequeña o si, por el contrario y desgraciadamente, debemos subirla de categoría.