Contratar un seguro no es solo marcar una casilla en un formulario y olvidarte. Si te despistas, esa decisión aparentemente inocua te puede gustar mucho menos cuando llegue el momento de usarlo. Hay errores que, créeme, pueden costarte un buen pico. Te cuento sin rodeos y sin tecnicismos innecesarios, ¿vale?
En primer lugar, fijarse solo en el precio suele salir mal. Un seguro barato puede parecer un chollo… hasta que descubres que tiene franquicias altas, coberturas limitadas o que excluye justo aquello que necesitas cuando pasa algo. Hay quienes eligen solo por precio y luego se llevan un mosqueo que no veas cuando reciben la factura o, peor aún, cuando les dicen “eso no está cubierto”.
Otro fallo común es no entender la letra pequeña. Y no me refiero solo a no leer, sino a no enterarte de lo que pone. Mucha letra diminuta, redacción complicada y, si no te paras a preguntar, puedes encontrarte con cláusulas que limitan la indemnización o directamente la deniegan. A veces entender una póliza puede llevarte hasta cuatro horas. No digo que te pongas a estudiar, pero sí que preguntes lo que no entiendas, y si hace falta, busca ayuda.
Tampoco ayuda no revisar el seguro con el tiempo. Tu vida cambia, y la póliza debería cambiar contigo. Nuevo coche, reformas en casa, un viaje largo… pero el seguro sigue igual que hace años. Revisa tu contrato al menos cada año o cuando ocurra algo relevante. Puede que estés pagando de más o que estés desprotegido sin saberlo.
Un error que también veo mucho: no comparar bien entre aseguradoras. Muchas personas eligen una compañía sin mirar más, y luego resulta que otra ofrece mejores coberturas al mismo precio. Es como ir al supermercado y comprar lo primero que ves, sin mirar[…]Leer noticia completa en la fuente original












