Low cost o comprar a bajo coste ha pasado a formar parte de nuestro modo de consumir. Las empresas que mejor resisten la crisis son aquellas que han comprendido que los precios bajos son los que reportan beneficios. Pero la aparición de este fenómeno merece un estudio detallado de los costes que tiene sobre el empleo, la innovación y la producción.
Las dos caras del fenómeno low cost
Asistimos a una democratización del consumo que está permitiendo a mucha gente seguir consumiendo a pesar de la disminución de su nivel de ingresos. Pueden viajar en avión por 20 euros, comprar un mismo producto a mitad de precio, amueblar su casa o comprar ropa con grandes descuentos sin necesidad de hacerlo en época de rebajas.
Para que las empresas puedan presentar precios tan competitivos deben someterse a un ideado plan de recortes. Deben desaparecer gastos superfluos y ajustar los necesarios al máximo. De ahí que cuando el consumidor está ante un bien o servicio de bajo coste deba preguntarse cómo se ha conseguido el mismo pues el bajo precio tiene implicaciones.
Inconvenientes del low cost
Los que ponen en duda esta modalidad de consumo centran sus críticas en la escasa inversión que este tipo de compañías realiza en investigación, desarrollo e innovación.
Hay que recortar costes y también los laborales. Los que critican este modelo hablan de una mayor precariedad laboral así como grandes diferencias salariales entre los empleados de este tipo de empresas frente a los de las tradicionales. En este sentido, un informe de Comisiones Obreras apuntaba como las empresas que generan marcas propias (por lo general más caras) generan mejores condiciones sociales y económicas que las marcas de los distribuidores o blancas.
Buena parte de los abusos y reclamaciones de consumidores registradas provienen de empresas dedicadas a low cost. Algunas compañías aéreas como Ryanair son buen ejemplo de ello.
Muchos sectores están sufriendo las consecuencias de la aparición de este fenómeno. Volvemos al ejemplo de las marcas blancas. Este sector supone el 30% de las ventas en los supermercados provocando que las marcas tradicionales pidan una regulación al respecto.
Ventajas del low cost
Los bajos precios no tienen porque significar una merma de calidad ni en la seguridad de los productos o servicios. Las compañías de bajo coste están sometidas a los mismos criterios de seguridad que las tradicionales. Lo mismo ocurre con los alimentos que tendrán que pasar los mismos controles sanitarios antes de llegar al consumidor final.
Frente a los que hablan de mayor precariedad laboral, los defensores de la política de bajo coste hablan de mayor eficiencia.
Democratización del consumo
Internet ha eliminado intermediarios, lo que ha permitido ofrecer mejores precios, al suprimir a los distribuidores
Máximas del bajo coste
- Reducción de costes
- Simplificar y estandarizar
- Si te sales de ese bajo coste establecido tendrás que pagar más por los extras
- Explotación de todas las vías de financiación posibles
- Internet como el gran aliado de las compañías low cost
- Mayor eficiencia del trabajo y la productividad
Polémicas aparte, asistimos a una estrategia comercial que difiere de la tradicional y que dependerá de los objetivos que cada tipo de compañía se fije para la comercialización de sus productos o servicios. Será el consumidor final el que decidirá si su compra viene determinada por la calidad, por el precio o ambos factores a la vez. Lo importante: libertad de elección e información detallada para que está se pueda realizar con las máximas garantías.
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Muchas empresas creen que no es necesario apostar e investigar en marca, sino acceder a un mercado mayoritario a través de la política de precios (bajo los precios, subo los clientes, aumentan los ingresos), pero, ¿esta política empresarial se puede mantener en el tiempo? La respuesta claramente es no. Tendrá un periodo en el que verá que su demanda aumenta, pero que tocará suelo tan pronto llegue otra marca con la misma política y precios más bajos, con lo que no podrá competir y se convierte en una “pescadilla que se muerde la cola”, sustituyéndose una empresa por otra hasta el punto de no retorno en el que será imposible la viabilidad comercial por llegar a un precio inferior al coste.