Si estás empezando a invertir en fondos cotizados (ETFs), quizás te has topado con esa dualidad: “físico o sintético”. Puede parecer una cuestión técnica lejana, algo que los gestores discuten entre ellos, pero influye en lo que de verdad te importa: cuánto del riesgo te comes tú. En este artículo vas a descubrir los riesgos ocultos de los ETFs sintéticos frente a los físicos, lo que debes mirar para elegir bien.
Qué diferencia un ETF físico de uno sintético
Un ETF físico replica un índice comprando los activos subyacentes: acciones, bonos, lo que toque. Puede usar réplica completa o muestreo optimizado, pero la idea es que el fondo “posea” algo tangible que representa al índice.
Un ETF sintético, en cambio, no tiene que comprar esos activos. En su lugar, recurre a contratos derivados, especialmente swaps, para que una contraparte le garantice que te entregará la rentabilidad del índice. Actúa como intermediario: el fondo tiene una “cesta alternativa” y un swap, y la contraparte asume la diferencia de rendimiento entre esa cesta y el índice que replica.
Ambos métodos buscan el mismo objetivo: acercarse al índice con el menor error posible. Pero las formas y los riesgos son distintos.
Riesgos que no suelen contarte (pero que importan)
Aquí es donde aparecen las sombras (o al menos las zonas grises). Los ETFs sintéticos tienen algunas ventajas —costes más bajos, tracking error reducido en ciertos casos— pero esas ventajas llevan precio en forma de riesgos que tienes que conocer:
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riesgo de contraparte: si la contraparte del swap no puede cumplir con lo acordado (por ejemplo, quiebra), puede que no reciba[…]Leer noticia completa en la fuente original














