El desenlace del reciente duelo entre republicanos y demócratas para evitar el llamado “abismo fiscal” (fiscal Cliff, en inglés) ha puesto en evidencia una situación en la que, hasta ahora, pocos analistas han hecho hincapié: Europa es, hoy por hoy, la única potencia económica que ha elegido la vía del ajuste para resolver la crisis económica y financiera en la que lleva envuelto el mundo desde que estallara la crisis de Lehman Brothers.
El conflicto entre republicanos y demócratas se ha resuelto a favor de las tesis de Obama, mayoritariamente, lo que significa que Estados Unidos seguirá su política de acomodación monetaria (quantitave easing, en inglés). La máquina de hacer billetes seguirá funcionando en Estados Unidos, al menos mientras dure el mandato del actual presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke. Los políticas de austeridad pública, adelgazamiento del Estado y relajación fiscal que defiende el partido republicano, las mismas que se están imponiendo en Europa, han perdido el pulso político de una debate que ya estaba sentenciado por la opinión pública.
¿Qué pasa en Japón y en China?
En la misma sintonía se encuentra Japón, tras la reciente victoria electoral del partido liberal gracias al voto de castigo que propició una histórica e impopular subida de impuestos del Gobierno de Yoshihiko Noda, del Partido Democrático. El nuevo primer ministro nipón, Shinzo Abe, se ha apresurado a manifestar esta semana que tomará medidas inmediatas para frenar la apreciación del Yen en los mercados de divisas. En cuanto al déficit público, que es el que centra los debates en todos los foros, Japón también ha dejado claro que no cumplirá el objetivo de déficit en el 3% en 2015 y posterga el calendario hasta 2020.
Igual estrategia de intervención monetaria para frenar la apreciación del Yuan vive desde hace años China, la segunda / casi primera potencia mundial y el más opaco de los cuatro motores económicos del mundo en sus estadísticas internas. Además Pekín, aparentemente, no tiene los corsés de endeudamiento público, al contrario que sus rivales. Así, mientras los tres principales competidores mundiales de Europa están, de alguna manera, realizando políticas de devaluación interna vía déficit público para reactivar la economía, Alemania y Reino Unido (con el reciente descuelgue del francés Hollande), se empeñan en seguir la dirección contraria, no voy a decir yo que equivocada.
Una solución global para una crisis global
Pero, al menos, cabe preguntarse si en una crisis de una economía global, sin precedentes desde la Gran Recesión de EEUU, en la que se impone una solución global, según todos los expertos, es prudente conducir en la dirección contraria. El caso es que los líderes europeos no se cansan de repetir desde hace ya cuatro años que hay que cumplir los objetivos de déficit y adelgazar las cargas de sus Estados. Lo dice Merkel, Cameron, Monti, Rajoy… Sabiendo el deterior que ya está causando en los pilares del Estado del Bienestar, que pronto llamaremos “Estuvo del Bienestar”.
Los recortes están asfixiando la actividad económica y destruyendo la clase media de las economías europeas. No sólo las periféricas (PIIGS), las secuelas ya se están viendo también en los motores del euro, Francia y Alemania, pese a buenos datos, como el de empleo. El efecto de empobrecimiento de la clase media es precisamente lo que quieren evitar a toda costa en Washington, Pekín y Tokio. Como efecto colateral, el euro, que acaba de cumplir los 12 años, pese a las incertidumbres sobre los fundamentos de la moneda única sigue apreciándose en los mercados de divisas y dificultando las exportaciones de las pymes europeas.
¿Cuánto tiempo se puede conducir en dirección contraria?
Cabe preguntarse, también, en estos inicios de 2013, cuándo dará Europa, esa complicada Europa, el “volantazo” para unirse a la corriente global y no ir como un camikaze por la vía de la recuperación. Hollande, tras el descalabro de Sarkoy, ha sido el primero de los tres grandes de la Unión, que se ha apeado del carro. Ha cargado impuestos contra los ricos, como Obama, y rescatado el proyecto de imponer una “tasa Tobin” a los bancos. Cameron y Merkel, de momento, no están por la labor ni tienen apuros ante la opinión pública (más bien al contrario) para mantener a los gobiernos de los países periféricos, con serias tensiones en los mercados de deuda, en la vía de los programas de ajuste. Las pruebas están en los buenos resultados de los sondeos.
Es pues difícil prever que, al menos hasta 2014, momento de elecciones en Alemania, se propicie este golpe de timón en la gestión de la crisis financiera y económica de la Unión Europea. Cómo estaremos algunos Estados miembros no es comprometido de contestar, ya lo ha hecho el FMI que no ve suelo hasta, curiosamente, 2014. Pero es de sentido común que el banquero del Euro, que es Alemania con sucursal en la City de Londres, quiera que se devuelvan las deudas y se ajusten unos déficit públicos de sus prestatarios que pueden llevarse por delante su sistema financiero.
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