La cuenta regresiva para la huelga convocada por UGT y CCOO divide nuevamente a los españoles. Y creo que esta vez trasciende las ideologías políticas de izquierda y derecha, sino que las aguas se dispersan por dos lechos opuestos vinculados a la representatividad de los sindicatos y la “utilidad” de detener las labores, como si la tasa de paro no fuese una clara demostración de lo que ocurre cuando escasea el trabajo.
Siempre he sido de los que piensa que realizar una huelga es contraproducente para la sociedad, funcional a los oportunistas y una auténtica perdida de tiempo para la búsqueda de soluciones.
Por supuesto que el derecho a manifestarse es legítimo, pero en estos momentos de crisis escalofriante, y de estancamiento en todos los sentidos, ¿qué aporta quedarnos en casa o marchar por las calles?Algunos dirán que si no se expresa el descontento por la situación actual exteriorizando el disconformismo, ¿como le decimos al gobierno que no está solucionando nuestros problemas? Eso es verdad, pero el fin, ¿justifica los medios?
Nada cambiará el 30 de septiembre cuando volvamos a la rutina, todo seguirá igual, los que tienen empleo se sentarán frente a su ordenador, o en su máquina de cortar prendas, o atenderán el restaurante con sus habituales clientes o conducirán el mismo camión cruzando España desde Andalucía hasta Galicia, pero por sobre todo, los parados seguirán en sus casas sentados sin conseguir un empleo.
Lo que quiero transmitir es que la única salida que nos ofrece la democracia para decirle a un gobierno que no hace las cosas como pretendíamos es en las urnas. Nada cambiará mientras tanto. Un lamentable y claro ejemplo ha sido el acto terrorista del M-11, Aznar tuvo que abandonar el poder cuando los comicios le dijeron basta, y no por una marcha.
Una huelga como la del S-29 no tiene sentido alguno cuando las estructuras políticas no tienen capacidad de reacción. Ni el gobierno ni la oposición han demostrado tener mentalidad suficiente para sacarnos del fondo del mar, ni métodos eficientes para destrabar esta crisis, y lo más preocupante, es que la huelga de mañana, no cambiará el desastre económico, ni la pobre imagen pública que tienen los políticos españoles.
Una vez más, estas movilizaciones llevarán agua para los molinos de los oportunistas, y sequía hacia los campos de la mayoría de los ciudadanos que amanecerán el jueves, de la misma manera que se acostarán el miércoles, sin respuestas a sus problemas.