Ignacio Pomar, director general de Datisa, escribe un interesante artículo sobre los peligros en la unificación de cobros.
En los últimos ejercicios, la atonía del mercado nacional ha llevado a muchas PYMEs a la desesperación, mientras otras miran al comercio exterior como una alternativa de negocio cada vez más cercana. Si el dinero en casa escasea, hay que salir a buscarlo fuera y parece lógico probar primero en Europa, por la cercanía geográfica y cultural, sobre todo para aquellas empresas que aterrizan ahora en el negocio internacional.
Los cambios normativos en las últimas décadas han hecho que el comercio intracomunitario sea mucho más fácil, pero siguen existiendo un importante número de trámites administrativos que dificultan la importación y la exportación. Entre ellos, cobran especial importancia las dificultades en los procesos de cobro y pago, cuya normalización intracomunitaria ha sido demandada por las empresas de manera continua.
Una buena noticia en este aspecto fue la puesta en marcha, en el año 2002, de la SEPA, una iniciativa comunitaria que pretende crear una Zona Única de Pagos en Europa, unificando las herramientas de cobro y pago para que comerciar en el viejo continente sea igual de fácil que dentro de un mismo país.
Los beneficios de la estandarización
La iniciativa quiere dar un impulso al desarrollo de un entorno de transacciones más transparente y con una oferta de servicios financieros más competitivos. La unificación de herramientas de cobro y pago en el ámbito intracomunitario, supondrá en algunos casos un avance para el sistema español, como por ejemplo en la disminución de la fecha valor a un día o en la posibilidad de que cobrador y pagador compartan los gastos financieros en las transferencias, aunque esta última por su complejidad todavía no se está aplicando por las entidades, salvo en las transferencias al extranjero.
La transparencia en los servicios bancarios también beneficiará a las empresas y particulares de nuestro país que, a día de hoy, son de los que más comisiones pagan por sus operaciones financieras en el ámbito de la CE, debido a la opacidad de las entidades bancarias. Otro paso importante en la SEPA, para facilitar el comercio intracomunitario, será la implantación de un estándar único de Factura Electrónica en la CEE, aunque esto último no se encuentra entre sus prioridades a corto-medio plazo.
La ampliación del plazo para rechazar los cobros por domiciliación bancaria, por otro lado, supondrá un claro retroceso para el avanzado sistema financiero español, lo que está causando seria preocupación sobre todo entre las empresas proveedoras, en relación con la seguridad de los cobros de productos y servicios prestados.
Con todo y con eso, el balance final de la iniciativa será positivo, y es que la estandarización de procesos siempre lo es, dado que en este caso, se impulsará la libre competencia entre entidades europeas. A pesar de la mejor de las voluntades, sin embargo, sobre la SEPA hoy se ciernen dos amenazas, que el mercado debe resolver.
El avance normativo y la evolución tecnológica
La primera de estas amenazas viene representada por el incumplimiento, hasta la fecha, de los plazos prefijados para acometer los hitos de la SEPA. Estaba previsto que la migración global a los requisitos de la iniciativa en la CEE se abordara en el año 2010, cuando en la actualidad esto se ha hecho únicamente en el ámbito de las transferencias bancarias.
En relación con ello, el pasado mes de junio la Comisión Europea publicó un Documento de Trabajo acerca de la fecha tope para la migración a SEPA, invitando a todos los actores involucrados a expresar su opinión. Un mes más tarde, la autoridad monetaria de la Eurozona ofrecía su apoyo a la propuesta de la Comisión para imponer una fecha tope de migración, por medio de una regulación de la Unión Europea. Y es que, cada vez son más los expertos que opinan, que sin un instrumento legal de obligatoriedad, la migración a la SEPA corre serio peligro de fracaso.
La otra gran amenaza para el éxito del proyecto reside en la necesidad de una adaptación paralela de los sistemas de información utilizados, tanto en las entidades financieras, como en las empresas privadas, para que estos sistemas sean capaces de generar, intercambiar y tramitar ficheros en los formatos definidos por la SEPA. Se trata de una adaptación tecnológica que requiere sin duda un esfuerzo económico, pero sin la cual será imposible alcanzar la automatización de procesos buscada y esta ambiciosa iniciativa podría quedarse en “papel mojado”.
Como proveedores tecnológicos, no nos queda otra que seguir muy de cerca la evolución de la SEPA y poner a disposición de las empresas, lo más rápido posible, las herramientas informáticas necesarias para su aprovechamiento.
Artículo de Ignacio Pomar. director general de Datisa. Puedes seguirlo también en el blog de Datisa