De nuevo la tasa Tobin, ¿será esta vez la buena?

Cada cierto tiempo y de forma recurrente llegan propuestas por parte de los políticos para implantar la Tasa Tobin. Para quienes no estén familiarizados con la denominada tasa Robin Hood, básicamente planteaba en su origen un impuesto sobre las transacciones financieras en las operaciones de cambio de divisas. La adaptación actual impondría una tasa del 0,1% sobre las operaciones con bonos y acciones y ya son once los países que han acordado estudiar su implantación, entre ellos España.

Desde el estallido de la crisis hemos visto como cada cierto tiempo saltaba la palestra la Tasa Tobin como solución al problema de los mercados financieros y la especulación, como la forma de frenar a unos mercados desbocados. En 2008 ya se abordó durante la cumbre del G-20 y en 2009 fue el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, quien se postuló a favor de la misma para su implantación en Europa. Dos años más tarde, en septiembre 2011 la propia Comisión Europea impulsó su aplicación, que finalmente no llegó a buen puerto.

Ahora, cuando apenas ha pasado, la Tasa Tobin vuelve a estar de moda a raíz del compromiso de once países de la Unión Europea de ponerla en marcha a principios de 2013. En realidad se trata de un preacuerdo impulsado por Alemania y Francia y que desembocaría en la instauración de una serie de impuestos sobre las transacciones financieras. En concreto, se gravaría con un tipo del 0,1% la compraventa de acciones y bonos y con un 0,01% las operaciones con derivados. La estimación de la Unión Europea es que si esta medida se aplicara a todos los países se generarían unos ingresos de 55.000 millones de euros al año, que en parte financiarían el presupuesto de la Unión Europea.

A la iniciativa se han unido en el último momento España, (a pesar de que lo había propuesto por su cuenta hace un mes)  Italia, Estonia y Eslovaquia, reticentes desde un principio a la Tasa Tobin, y que se suman a Francia, Alemania, Portugal, Grecia, Eslovenia, Bélgica y Austria. Fuera queda el Reino Unido, que se ha agarrado a una de las premisas más antiguas sobre esta tasa, su aplicación internacional, para no adherirse.

Y es que está por ver el efecto de la Tasa Tobin, en caso de aprobarse finalmente, si sólo se aplica en los once países mencionados. No debemos olvidar que en un mundo globalizado gravar las operaciones en determinados mercados supone una clara desventaja respecto al resto de competidores. En cierto sentido es similar a la constante queja de muchas empresas que abogan por instaurar aranceles a la entrada de productos venidos de China por ser imposible competir con ellos debido a las condiciones de su mercado laboral.

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Foto:ccDuncan~

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